jueves, 23 de enero de 2014

VÍCTOR HUGO MORALES. UN PERSONAJE PELIGROSO.

Dada mi tendencia al masoquismo conceptual, pero también a mi necesidad de estar medianamente informado y no hablar por boca de jarro, hoy me tapé la nariz y cerré los ojos como quien se tira a nadar en un charco de materia fecal, y sintonicé radio continental para escuchar el editorial de Victor Hugo Morales luego de la reaparición de Cristina Fernandez de Kirchner. Esperaba muchas referencias a las palabras “neoliberalismo” “corporaciones” y “poderosos”, aunque no tantas veces repetidas –como efectivamente sucedió-, con tan pocos segundos de separación entre pronunciación y pronunciación.

Si bien no es novedad que el uruguayo emane esta especie de piñas al aire y al revoleo (de hecho ha escrito un libro que se llama “Un Grito en el Desierto”), el guion de su editorial es preocupante, precisamente por el camino que tomó más allá de los slogans acostumbrados por este señor -y previsiblemente expuestos-, cuyos editoriales son más parecidos a una coreografía de una porrista oficial que a un análisis profesional de una persona que maneja su materia.

La alarma se encendió cuando el señor Morales indicó claramente y sin tapujos que en una guerra ya declarada, y para el caso de Argentina, no solo hay enemigos externos, sino que el más fuerte es el enemigo interno, ese que está atacando por tierra, aire y mar -y camuflado sin que lo podamos identificar en forma clara-, con todas sus fuerzas para derribar en esta guerra a un gobierno popular. Y que hay que estar atentos y a la altura de la circunstancias.

La teoría del enemigo interno es la que se esgrime en cualquier proceso dictatorial para generar el contexto adecuado para legitimar una cacería persecutoria por parte del poder de turno de cualquier sociedad. No obstante, el señor Morales también dejó sutilmente trazada una línea en este sentido, y dejó sentada la palabra "neoliberal". Este concepto correspondería a cualquier cosa que no esté en línea a estas "políticas populares" y, por cierto, con ese sello puesto, cualquiera de nosotros simplemente por expresar un desacuerdo, pasa a ser susceptible de persecución hasta extinción.

Espero que este señor, que ha sido el primero en vomitar sobre la práctica profesional periodística allí por la década de 1980, cuando sentó puerilmente el precedente que muestra a los periodistas dirimiendo rencillas personales delante de un micrófono -sellando una catadura moral digna de un miserable cobarde-, tenga la entereza de rectificar su editorial del día de la fecha.

Mi argumento es sencillo; con sus palabras y conceptos, Víctor Hugo Morales ha puesto en riesgo mi vida en favor del poder público, dado que soy un ciudadano que, aplicando los argumentos por este señor esgrimidos, puede ser, potencialmente, foco de futuros señalamientos y persecuciones, de penas y escarnios, y de todo lo que pueda hacer el aparato del estado contra un ciudadano desprotegido.


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