jueves, 2 de julio de 2015

Pornografía para todas y todos.

Por estas horas uno de los temas principales que cubre la agenda informativa en Argentina ronda entorno a una puesta en escena que se dio el día de ayer en el área de Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires -UBA-, y que se llama "Posporno".

Por lo que indican las primeras informaciones se trató de un grupo de 5 personas, las cuales tuvieron sexo "heterodoxo" en el hall de la mencionada facultad. La transgresión aparentemente pasó por la utilización de artefactos, formas no convencionales de penetración y complementariedad de género no tradicional. El objetivo, se indicó, fue poner en la agenda de debate la cuestión del género, el simbolismo tradicional de dominación sexual y la mercantilización del sexo en la industria de la posmodernidad. Una especie de denuncia contra el sistema en forma de pretensión artística.

Este tipo de puesta en escena no es algo novedoso, ni por el tema ni por la forma. Gran parte de estas intenciones disruptivas se forjaron en el seno de algunas corrientes de pensamiento -principalmente francesas-, que pretendieron revolucionar el estado de pensamiento imperante en su época para transformarse en una especie de nueva forma de ver el mundo desatada de los lazos y designios de la "lógica del capital", que suponían, imperaba en ese momento histórico. Esas corrientes en nuestro medio recalaron, precisamente, en las facultades de ciencias sociales y en carreras correspondientes a filosofía y letras, sociología y comunicación social. Una de las muletillas fetiche que los distingue se construyó mediante un elemento conceptual "ad hoc" el cual evidenciaba la pretensión de "ir más allá" en el análisis de la realidad -o al menos generar la consciencia de superación del estado presente-.

Aparece así la palabra "post" acompañando toda definición con potencial de ser redefinida para trascender su significado original y ser reconstruida, y con ello, abrir nuevos caminos académicos que puedan ser considerados como prioritarios en la agenda intelectual en tanto nuevos formatos de "análisis críticos". Se establecía así la sensación de estar corriendo la frontera del conocimiento (aunque en realidad era la explictación de la impotencia por lograrlo). Mediante ese proceso asistimos a un bombardeo conceptual que ya ha perdido completamente el rumbo y muestra objetivamente que se trata de movimientos acéfalos en cuanto a las formas de profundizar y sistematizar un análisis de largo aliento que pueda desplazar positivamente el estado del conocimiento del tema particular que abordan, y se revelan ante la propia limitación repitiendo algo que termina siendo no más que un eslogan vacío de contenido. Palabras como posmodernidad, posfordismo, poscapialismo y posconvertibilidad son un ejemplo claro de esta falencia conceptual.

De esta forma  y como no podía ser de otro manera, el vacuo tsunami de esquizofrenia inconclusa llegó también a la pornografía, y ayer, finalmente, hizo erupción la pospornografía en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Como era de esperar, muchas personas se han horrorizado con tal puesta en escena. En estas primeras horas se puede apreciar que el horror nace de una moral violada mediante la explicitación pública de una de las reservas más escondidas y contradictorias de la sociedad; el sexo.

Sin embargo hay que mencionar que es, precisamente, la aparición de indignados morales lo que confirma la prueba disruptiva con la cual certifican su tarea estas corrientes de pensamiento "vanguardista". Es precisamente porque la puesta en escena está montada para señalar y criticar ese lugar moral como un lugar común.

Entiendo que la importancia que podríamos dar a esa simple apuesta no reviste demasiada profundidad analítica o complejidad conceptual, puesto que su aparición mediante esas formas y en esa casa de estudios era completamente lógica y esperable dados los actuales paradigmas dominantes. Y la cosa pasa por aquí: los que se dedicaron toda una vida a la masturbación intelectual, no podían dejar de lado el análisis crítico de la principal industria que impulsa la masturbación real. No hay mucho más que eso.