jueves, 2 de enero de 2014

Una historia de hombres.

Por estas horas se está hablando mucho de un nuevo contingente de personas varadas en la Antártida, y algunos se preocupan. Al respecto entonces, mi aporte es recordar la más grande historia de supervivencia que se dio precisamente en ese hostil continente: La Expedición Imperial Transantártica, comandada por Sir. Ernest Schackleton en 1914. Recomiendo observar el documental siguiendo este link: https://www.youtube.com/watch?v=oyQRHHHXntc y que se sintetiza aquí en un par de párrafos, hay en el film algunas imágenes reales de aquella gran gesta.

La idea de Sir. Ernest era atravesar la Antártida con 25 hombres, llevaban consigo también alrededor de 30 perros para tirar trineos, era la última gran expedición del viejo mundo imperial que moría con la primera guerra mundial; corría el año 1914. En la solicitada de hombres para formar la tripulación, se indicaba lo siguiente: Se buscan hombres para viaje peligroso. Salario Bajo, frío helador, largos meses de completa oscuridad, peligros constantes, regreso más que dudoso. Honor y reconocimiento sólo en caso de éxito. Sí, también fue, probablemente, la última acción de una estirpe de hombres que ya no existe.

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Promediando el recorrido y a tan solo un día de llegar al polo –el objetivo propuesto tal como el de un alpinista cuyo deseo es plantar bandera en el pico más alto del planeta-, el barco queda atrapado en el hielo que se transformó en una trampa infranqueable. Comienzan a trabajar un par de días con picos y serruchos para abrirse paso, veían que estaban a unos cientos de metros de hielo blando en el cual el barco podría continuar su recorrido, pero no lo lograron. Diez meses estuvieron varados hasta que el hielo terminó comiéndose el barco; lo estrujó como nuestro puño lo hace con un trozo de papel antes de enviarlo al tacho de basura. Quedaron con sus pertrechos, algunas chalupas, los animales y su fuerza de voluntad parados encima de los hielos y esperando un invierno que aún debía venir.

Comenzaron a avanzar a pie, tirando de algunos botes de emergencia –cuyo peso era de aproximadamente una tonelada-. Al principio no pudieron desplazarse y tuvieron que acampar un mes más. Luego recorrieron casi 600 Kmts, hasta que los hielos comenzaron a ablandarse y hacer agua: Una noche un marinero se mareó durmiendo advirtiendo que el hielo ya era tan fino que copiaba el oleaje marino, debían volver a las barcazas para intentar recalar en alguna costa; por las noches dormían en el hielo más firme que encontraban acampando con sus botes, y por el día debían darlos vuelta para navegar dada la blandura del hielo. Estaban a la deriva en una isla de hielo que se resquebrajaba y navegaba suelta por el mar.

Finalmente llegaron, no sin contratiempos –la tripulación estuvo al borde del amotinamiento y Schackleton mostró un liderazgo de hielo, el cual finalmente les mantendría la vida-, a la Isla Elefante en tres pequeños botes. Un lugar inhóspito sin vida humana, y en medio de toda la odisea un nuevo desafío de temple había de presentarse. Antes de tocar tierra tuvieron que sacrificar algunos perros para comerlos; necesitaban otro tipo de carne que no sea de foca y menos bocas para alimentar, también, las ballenas amenazaban hundirlos si por casualidad tiraban de alguna cuerda que mantenía unidos a los tres botes.

Schackleton sabía que en ese lugar inhóspito morirían todos, tomó la heroica decisión de dejar a su tripulación y continuar con 5 de sus mejores hombres hasta llegar al puesto ballenero más cercano y allí conseguir ayuda para esos pobres hombres varados en el fin del mundo. Ya en parte tranquilo por haber sacado del hielo a sus hombres y haberlos puestos en tierra, tomó la decisión de navegar con un bote de 7 metros unos mil doscientos kilómetros en el océano más peligroso y helado del planeta. Seis meses después logra tocar un destino humano y así consigue volver esperando encontrar a la tripulación que había dejado hacía meses sin nada, en una isla con tan solo dos botes de madera, carne de foca y sin liderazgo; esperaba encontrar tan solo cadáveres carcomidos por la naturaleza y sus propias desdichas. Sin embargo toda la tripulación estaba viva y apta para emprender la retirada.

Dos años después, Schackleton trae con vida a toda la tripulación, NO HABÍA MUERTO NI UN SOLO HOMBRE, transformando la odisea de la expedición transantártica de un fracaso en la obra de supervivencia y liderazgo más grande jamás experimentada y jamás contada.


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