martes, 5 de mayo de 2015

Argentina, Kicillof, el salario y la ganancia.

La natural interpretación de la palabra impuesto nos indica que es una obligación que los ciudadanos tienen para con el Estado -y sus administraciones públicas- para hacer frente a gastos operativos. Normalmente la existencia misma del sistema impositivo no se pone en discusión, porque se da por sentado que forma parte de los ingresos administrativos con los cuales se mejoraran aquellas cosas que son necesarias para el funcionamiento de la sociedad y su producción. De esta manera, a más y mejor funcionamiento y producción, las personas estarán más y mejor predispuestas a aportar este tipo de recaudación. En definitiva: la interpretación común en estado puro deja ver que la percepción de un impuesto es una obligación consensuada, no es un pago forzoso. Durante los últimos años esta percepción ha cambiado en Argentina, y lo ha hecho debido a un impuesto altamente distorsivo y progresivamente voraz para con los asalariados argentinos; el impuesto al salario.

El impuesto al salario indica que un grupo de personas quita a los trabajadores un porcentaje de su pago para devolver en forma de mejores condiciones de trabajo. Conceptualmente es lo mismo que el porcentaje de ganancia que se quita al empresario para brindarle mejores condiciones de infraestructura para que emprenda. ¿Hoy sucede así en Argentina? ¿Las mejoras de las condiciones de los asalariados crecen en la misma proporción con la que crece el impuesto al salario?

El porcentaje de crecimiento que mueve el impuesto al salario avanza en forma acelerada, dado que al elevarse los números por el proceso inflacionario luego de las negociaciones paritarias, los salarios comienzan a entrar en en una escala de un porcentaje de entrega bajo concepto de tal impuesto, que está fija. Al estar fija esa escala, y con inflación -baja o alta, da lo mismo-, SE HA CREADO UNA TRAMPA INFRANQUEABLE PARA EL TRABAJADOR: la escala de ganancias fija, con inflación, es como una gran red que cubre un río a lo ancho y los trabajadores son peces que quedan atrapados siguiendo la inevitable correntada de la suba de precios. Así, año a año más y más trabajadores aportan lo suyo a un fondo que se agiganta sin contraprestación; pasa el tiempo y la red atrapa más y más peces. En febrero de 2015 la AFIP recaudó $ 25.165 millones por el Impuesto a las Ganancias, con un crecimiento del 39,7% frente a 2014. Representó el 23,7% del total recaudado. Este número indica que es más de 10 puntos por sobre la inflación oficial y más de 5 por la medida en consultoras privadas; la red atrapa más peces. En los últimos años pasó de recaudarse $ 9.930 millones en 2006 por Ganancias a personas físicas, a $ 111.220 en 2014, lo que representa el 2,59% del PBI.

La defensa que hace el gobierno indica que solo un 11% de los trabajadores entran en este grupo y que Argentina, comparada con otros países, es la que menos incidencia en impuestos al trabajo tiene basándose en algunos datos de la OCDE.

Según esos datos Argentina es el país de más baja incidencia impositiva sobre el salario bruto con 1,5% promedio del total de la masa salarial. Y Dinamarca sería el país de mayor incidencia con 35%. La interpretación de esos argumentos sugiere que aún quedan mucho terreno por captar en concepto de este impuesto y que no ha sido captado aún. ¿Acaso pretenden que Argentina tenga en ese concepto una incidencia de 35 puntos como en Dinamarca dadas las actuales condiciones?

Si esto es así, el cien por cien de los trabajadores deberán tributar el 50% de su salario, sin embargo; ¿Creemos que esta administración dará contraprestación de esos ingresos en forma de beneficios como lo hacen en Dinamarca? Es dudoso (por no decir imposible).

El ministro de Economía argentino Dr. Axel Kicillof ha dicho recientemente que: “No existe obligación de ingresar el impuesto a las ganancias en la medida que el trabajador tenga una remuneración bruta mensual que no supere los $ 15.000, para lo cual se toman los sueldos de enero a agosto de 2013”. Cualquier trabajador que hoy está en un ingreso inferior a este parámetro y está leyendo estas líneas sabe que en la próxima paritaria es muy probable que llegue a ese número. Y comenzará a tributar este impuesto: la red se acerca puesto que la corriente de la subida de precios lo lleva inexorablemente a ella.

Pero el ministro en su argumentación hace otra cosa que es aún más grave; SUPONE QUE UN TRABAJADOR AL INGRESAR EN LA ESCALA ESTÁ ENTRANDO A UN MUNDO DE OPULENCIA Y SALIENDO DE UN ESTADO DE SUBSISTENCIA BÁSICA.

El Ministro de Economía señala al trabajador y lo acusa de ser un voraz personaje con el vientre lleno que se queja por “pagar ganancias”; el Ministro tapa sus falencias con lo que quita a los asalariados de los cuales depende la vida de su gestión. Se equivoca el Ministro desconociendo en su argumento la inflación que atrae a los trabajadores al pago, se equivoca señalando a los trabajadores como ricos descomprometidos cuando tan solo ganan poco más de 15 mil pesos. Y se equivoca desastrosamente sugiriendo que el trabajador no debería quejarse por este impuesto porque; “hay muchos que no llegan a pagarlo”.

Sostener eso tiene la misma lógica conceptual con la que se sostiene que un trabajador debe conformarse con una remuneración a la baja porque hay otros desocupados que lo harían por menos: la extorsión discursiva del ministro de economía es la extorsión montada en la desocupación y la necesidad.

Es como mínimo reaccionario descalificar los reclamos por la actualización de este impuesto que hacen los trabajadores sosteniendo que es un apoyo de los que menos ganan a los que más, porque el Ministro presupone desarticulado el espíritu de cuerpo del mundo de los trabajadores cuando éstos ven que hay un avance concreto sobre sus intereses -por más que haya muchos que hoy no lo sientan-, y saben que si no luchan con los otros, tarde o temprano el trago amargo llegará a ellos: ¿Acaso el Ministro sugiere que Cipriano Reyes debería haber marchado solo con los empleados de los frigoríficos el 17 de octubre de 1945?

Para desmitificar el argumento de altos salarios, también se hace necesario exponer claramente el poder de compra de ese parámetro de opulencia establecido en 15 mil pesos. Esa cifra hoy es un salario de subsistencia par una familia tipo de 4 personas. Hagamos un cálculo sencillo.
 
a. Supongamos una familia de 4 personas con un vehículo promedio de 10 años de uso (año 2005). Solo el combustible en uso de esparcimiento durante los fines de semana el gasto es aproximado a 1000 pesos. Quedan 14.

b. Ahora supongamos un gasto adicional en cada fin de semana como 4 entradas al cine -400 pesos- y cuatro combos de cualquier marca que ofrece un servicio rápido y entretenido para una familia con dos niños en 300 pesos. Nos quedan 13 mil trescientos.

c. Incorporemos que esa familia tipo tiene que pagar un servicio de televisión, internet y dos líneas de telefonía celular (sin mencionar una línea para alguno de los hijos para mejorar la comunicación ante la inseguridad). ¿Le parece bien mil pesos bajo todo este concepto? Ahora estamos en 12 mil trescientos pesos.

d. Pagamos por energía eléctrica, gas y otro tipo de impuestos municipales. Supongamos 500 pesos mensuales que alternan en estos impuestos bimestrales. Ahora quedan poco menos de 12 mil pesos.

e. Incorporemos mil pesos más por mes en cuotas diversas (una computadora para los niños o para la casa en general y algún otro electrodoméstico que siempre debe estar actualizado). La nueva cifra es poco menos de once mil pesos.

f. Comprar el diario todos los días son otros 300 pesos, un atado de cigarrillos diarios 300 pesos más. Estamos en 10 mil pesos.

g. ¡Lo olvidábamos! Hace falta pagar seguro y patente del automóvil del año 2005. Supongamos entre ambos gastos, otros mil pesos. La cifra ahora es de 9 mil pesos.

Nueve mil pesos hoy es una cifra per cápita en una familia tipo de menos de dos mil quinientos pesos para cada integrante. Y no hemos contado aún la alimentación o el pago por alquiler; de esos dos mil quinientos pesos los integrantes deberán comer y vestirse todo el mes descontando los gastos allí arriba mencionados. ¿Considera el lector que podrán hacerlo? Es posible, pero deberán restringirse en algunas cosas como las siguientes:

• NO DEBERÁN GASTAR EN AUTOMÓVIL. O sea; No deberán tener auto.

• NO DEBERÁN GASTAR EN SALIDAS AL CINE LOS FINES DE SEMANA. O sea; no deberán divertirse.

• NO DEBERÁN GASTAR EN UNA COMPUTADORA O EN ACTUALIZAR UN ELECTRODOMÉSTICO. O sea, no deberán actualizarse.

• NO DEBERÁN GASTAR EN TELECOMUNICACIONES. O sea, no deberán comunicarse.

Cuando este tipo de consumo ya no es posible para una familia, comienza a advertirse la proximidad de pobreza. Y es también cuando se advierte la verdadera función de un gobierno con estrategias dirigistas, de corto plazo e intervencionista de mercado y derechos; el gobierno hace todo por silenciar el reclamo mediante planes para que los autos puedan ser consumidos (subsidios a automotrices), planes de “computadores para todos”, promociones de fin de semana o televisión digital “gratis”, en la cual se coarta la posibilidad de ver todo el espectro disponible en oferta multimedia. Y luego de estos paliativos montados en una ficción económica es el mismo gobierno quien pretende que los trabajadores agradezcan por esas dádivas inconcebibles.

Finalmente incorpore el lector a todo lo mencionado, el supuesto de un gasto en alquiler. TENEMOS ASÍ UNA FAMILIA QUE CON 15 MIL PESOS TAN SOLO CUBRE EL ESTÁNDAR DE POBREZA.

¿Acaso podemos considerar como opulenta una familia trabajadora que posee un auto de 10 años en el mercado, que solo pretende poder ir al cine los fines de semana comiendo un combo y que al menos tiene una computadora en su casa y electrodomésticos acordes al tiempo que corre?

Eso no es opulencia, eso es subsistencia en el siglo XXI.

Hoy el impuesto a las ganancias en Argentina, conforme pasa el tiempo y la escala no se modifica, es una red que atrapa a cada vez más personas, y hoy, en Argentina, se señala como una actitud desconsiderada aquella postura con la cual se pretende denunciar esto. Y desde el gobierno se devuelve un reto político a la familia subsistente señalándola como opulenta, y así una vez más un gobierno justifica la mano en el bolsillo con la que mes a mes roba parte de los ingresos familiares. Estamos robando a pobres por la vía institucionalizada.

Este es el punto que no hay que perder de vista para volver a poner el eje de esta discusión donde efectivamente debe estar. No hay redistribución, hay saqueo.