viernes, 28 de febrero de 2020

Guillermo Moreno, Adam Smith, David Ricardo, la oligarquía terrateniente, la deuda y el libre comercio.


El pasado fin de semana el ex Secretario de Comercio, Guillermo Moreno, se expresó en términos de la deuda Argentina y la fuente de recursos –que considera legítimos- desde donde se debería tomar el excedente necesario para pagar los compromisos adquiridos. El ex Secretario minimizó la importancia de los recursos que se generarían por ajustes en la administración pública por considerarlos despreciables en volumen respecto de -y aquí viene su punto-, los miles de millones de dólares anuales que conforman la renta que obtienen los dueños de las mejores tierras de la pampa húmeda debido al arrendamiento. El punto del ex Secretario pasa por sostener que la pampa húmeda aún posee un sistema feudal de explotación, tal sistema haría que los propietarios de grandes extensiones se queden con una renta extraordinaria a expensas de los pooles de siembra, que serían quienes generan la producción capitalista desde la cual estos “parásitos poseedores" obtienen grandes ingresos sin producir absolutamente nada, tan solo por el derecho de propiedad de los mejores suelos del país (haciendo hincapié en una supuesta ilegitimidad de la posesión como tema para abordar “más adelante” casi como una especie de carta de negociación en caso de encontrar reticencias a sus sugerencias).

Guillermo Moreno también fue un paso más allá y sugirió, ante una hipótesis de conflicto, que “las fuerzas armadas ya no están del lado de estas mil familias, ahora están solitos con su alma. Ahora les llegó el momento del pongui pongui; tienen que poner la que tienen que poner” y por lo tanto “deberán adecuarse a este avance o vender la tierra a quienes las trabajan”, y con ello, “tiene que irrumpir el capitalismo moderno en la pampa húmeda”. Aquí el vídeo de la entrevista completa en la cual pueden chequear lo que acabo de sintetizar:




Guillermo Moreno ha soslayado algunos puntos neurálgicos al pretender tomar como ejemplo el caso de Inglaterra y el contrapunto conceptual entre los aportes de Adam Smith y David Ricardo respecto de renta, producción y comercio. Intentaré mostrar cuales han sido estos soslayos y de qué manera, al hacerlo, la contradicción en la cual ha incurrido lo deja parado en la vereda contraria a la cual, se supone, él pertenece.

Si hacemos una breve observación –parados desde el edificio conceptual en el cual se encuentra el ex Secretario- al respecto de las bases que dieron origen a la ciencia económica como el motor de indagación del proceso de reproducción material en la era de las manufacturas, debemos mencionar a la Economía Política, cuya luz se enciende como consecuencia de los procesos de cambio que se vivieron en la transición hacia la era burguesa (si bien los conceptos de “burguesía” y “manufacturas” corresponden a una categoría analítica que podríamos denominar “a la marxista”, el ex Secretario nos está hablando de pujas de poder en torno a los procesos de redistribución partiendo desde David Ricardo y Adam Smith, por ello es preciso trabajar desde su edificio conceptual puesto que sería un formalismo estéril hacer un ejercicio liberal para liberales tomando a Smith y Ricardo en clave liberal cuando analizamos a quien los ha interpretado en clave burocrática).

Aquellos cambios políticos, sociales e ideológicos maduraron en Francia e Inglaterra en el transcurso de los siglos XVII Y XVIII e impulsados por la aparición de grupos de capitalistas industriales cuyos intereses estaban contrapuestos a quienes conformaban los grupos agrarios comerciales y aristócratas conservadores. En tales cambios fue tomando forma la concepción unificada de una sociedad económica como objeto de la Economía Política. Adam Smith avanzaría con la Teoría de los sentimientos morales para finalmente culminar su gran obra con la Investigación sobre la naturaleza de la riqueza de las naciones. Más adelante sería David Ricardo quien, parándose en aquella investigación y, confirmándola por partes pero negándola en otras, trazaría su análisis sobre la distribución de la renta. Guillermo Moreno parece tomar estos dos puntales para avanzar hoy con su “teoría para la Argentina”.

En este punto no es ocioso recordar que aquellos son momentos en los que el derecho natural va a terminar desplazando al derecho divino, y es en este sentido que el nacimiento de una sociedad económica será observada como la consecuencia de una “ley natural”. Por lo tanto será la indagación sobre los aspectos principales de esta ley natural el objetivo principal de la economía política de aquel entonces. Y así las cosas los rieles sobre los cuales se iba a desplazar el avance del conocimiento económico tenían un solo destino; buscar conceptos claros, unificados y demostrados mediante los cuales pudiera quedar debidamente establecido el argumento positivo sobre cómo dejar que la sociedad marchase sin reglamentaciones –o con la menor cantidad posible de ellas-. Reglamentaciones que eran vistas como freno para el proceso de reproducción material, entendido éste como la consecuencia de una acción natural. Así quedaba asegurado el camino hacia la riqueza de las naciones: El dejar hacer (laissez-faire) se transformaría en el argumento central en esa apologética; el individualismo capitalista comenzaba a dar sus primeros pasos.

El principio unificador de aquel giro conceptual que significó la economía política estuvo construido sobre la base de observar el proceso de circulación económica de manera análoga al proceso de circulación sanguínea del cuerpo humano. De esta manera, si la “nueva sociedad" económica debía por fuerza tener un orden vital en el proceso de circulación de la riqueza, entones el sistema económico -en tal sentido- debía necesariamente ser lo mismo que el cuerpo para la personalidad del ser humano; una base física para desarrollar funciones más elevadas (Dobb 1938). Así –sintéticamente explicado-, se argumentará que el sistema económico debe proporcionar al Estado la mayor riqueza y excedente posibles (no es ocioso en este punto volver a recordar que no estamos hablando de historia económica sino argumentando sobre los objetivos de Guillermo Moreno).

Originalmente el producto neto se barruntó como riqueza y fue asociado a lo que producía la tierra luego de una temporada de producción y circulación. Los fisiócratas veían el principio físico excedentario que causaba el flujo de circulación económica y que gestará el excedente en forma de producto neto, en la diferencia entre la abundancia de semillas sembradas respecto de la escasez de semillas cultivadas. En tanto que parados en el mismo lugar de observación veían en la acción industrial un proceso estéril que solo transformaba la naturaleza pero no creaba “algo más”. Será David Ricardo quien con más fuerza llegará observar –y argumentar- la generación del producto neto en las manufacturas y no ya en la agricultura, encargándose de sentar las bases de definición del producto neto como una forma de apropiación de riqueza de la clase pasiva de terratenientes en desmedro de las clases trabajadoras (en el sentido de clase de productores de industria y no de trabajadores como acostumbramos en nuestro léxico). Se sellaba así la primera argumentación formal en apoyo a una grupo económico por sobre otro en términos de un análisis basado en leyes naturales como argumento central para ir contra una ley formal institucional. A partir de este momento la clase industrial comenzará a ser vista como el motor del desarrollo y conveniente para el progreso de las Naciones en tanto que las clases terratenientes tendrán el destino de observación contrario; como castas parasitarias y freno para el desarrollo.

¿Pero qué había sucedido en verdad tras la argumentación de Ricardo que tanto enamora a Guillermo Moreno?

Ricardo había expuesto -descubrió- una ley; la ley de los rendimientos marginales decrecientes de la tierra. Mediante ella trazó un principio unificador para explicar la formación de precios en el mercado de granos. Grosso modo el mecanismo expuesto fue el siguiente:

Al comenzar la industrialización acelerada y, entre otros factores, la expansión demográfica que siguió al proceso de éxodo del campo a las ciudades y las mejoras de asepsia de atención en los partos, la tasa de mortalidad al nacer comenzó a disminuir y progresivamente se fueron necesitando más tierras cultivables para suministrar alimentación a mayor cantidad de personas trabajando en el sector industrial. Las mejores tierras -como era lógico- ya estaban siendo utilizadas, por lo tanto se expande la frontera de utilización hacia tierras menos fértiles. El resultado que Ricardo observó –y que en realidad Marx tradujo desplazando para su beneficio teórico- fue el siguiente; para generar producto en aquellas nuevas tierras debía incrementarse el laboreo (el trabajo sobre las mismas) decantando en un incremento del costo en producción. Sin embargo los precios de intercambio al que se encontraban los granos en el mercado no se fijaba basados en los costos de las tierras más fértiles, sino en el laboreo incorporado en las tierras menos fértiles (que era más intenso y elevado que el necesario en las tierras más fértiles). Lo que Ricardo observo -y se encargó de argumentar con claridad- fue la relación asimétrica entre los industriales y los terratenientes dado que tales precios de los granos -el output agropecuario- eran el principio formador de los costos de la industria mediante los salarios “salarios de subsistencia” de sus trabajadores -el input idustrial-. Pero relatemos esta dinámica de la siguiente manera:

El sector de terratenientes tradicional era poseedor de las tierras más fértiles, por tanto el valor de su laboreo era bajo. El valor de cambio que recibían por el precio de los granos se formaba bajo la lógica del laboreo en las tierras menos fértiles (más elevado que los suyos). Los industriales costeaban su sector sobre la base de los salarios de subsistencia y éstos se medían fundamentalmente en términos del precio de los granos. A su vez, el precio de los granos se formaba en el margen de producción de la estructura económica disponible (las tierras menos fértiles). Por lo tanto para Ricardo había una extorsión de clases en desmedro de la clase trabajadora por parte de la clase terrateniente tradicional. La extorsión al sector industrial se dictaba de manera en que los terratenientes tradicionales -casi sin hacer nada más que tirar las semillas en la tierra y esperar- se apropiaban de una renta extra gracias al sobreprecio al cual vendían sus granos respecto del costo en el que incurrían (sobreprecio que era el precio de costo de las tierras menos fértiles donde se formaba el precio de margen de mercado, convalidado por los trabajadores industriales pagando el salario que conformaba la demanda de granos, subsistencia de los trabajadores de su sector).

De esta manera, a más expansión del sector industrial más se elevaban sus costos y más ganancia vía renta por parte de los terratenientes tradicionales se gestaba. Y es aquí que Ricardo acusa a una ley formal como la provocadora de esta injusticia, y es lo que no menciona el señor Guillermo Moreno: La Ley de Granos.

Si David Ricardo expuso la inevitabilidad de una ley natural económica para denunciar el perjuicio de una ley formal que la deformaba, Guillermo Moreno pretende mantener un sistema formalmente deformador de la acción económica natural para mantener un principio burocrático que frena el desarrollo mediante una anómala interpretación ricardiana de redistribución de la renta, imposibilitando el devenir económico de la Nación Argentina.

Aquel proceso de injusta distribución de la renta que Ricardo acusaba con sobrada prueba, no se debió a una extorsión parasitaria sino a la consecuencia anómala de una política pública aún más anómala; una Ley Pública que cerraba el comercio exterior libre imposibilitando a Inglaterra la provisión adecuada de granos a un menor precio bajando el costo del sector industrial, proponiendo realidad natural al proceso económico como un lógico devenir de la acción productiva mediada por un intercambio libre y no como un hecho posible de ser regulado por el Estado. Y es este punto -crucial y central en Ricardo- de lo que no hace mención el señor Guillermo Moreno.

Es cierto que al proceso avanzado por Ricardo, luego Marx lo tergiversará proponiendo que en última instancia lo que estaba en juego era ver quién se quedaba con lo que agregaba “el valor”. O sea, el salario. Pero también es cierto que luego serán los austriacos y los marginalistas quienes dejarán en claro que no es el trabajo el fantasma oculto en esas diferencias, sino la escasez y la utilidad. El grano elevaba su precio debido a la escasez, consecuencia de bajos rindes en las tierras menos fértiles (escasez agigantada por la imposibilidad de importar debido a la cerrazón de la ley de granos) y no por el trabajo incorporado en ellas. Y el salario podría caer debido a la natural relación económica en un proceso de libre circulación (y no por una extorsión que agrandaba un supuesto plus valor en la intermediación entre la apropiación capitalista del trabajo obrero).

Luego de hacer este vuelo por el corazón de aquel proceso mencionado por Guillermo Moreno, y pensando en lo que él propone como “solución” para el problema argentino y su visión de “capitalismo avanzado” en términos de “eliminar a los terratenientes” basándose en Ricardo y Smith, pongamos los contrapuntos.

Si fue la ley de granos quien permitió aquella “extorsión de clase”, aquí la extorsión de clase -en aquel sentido- hoy deberíamos buscarla a partir de una ley que esté haciendo las veces de restricción al comercio exterior en términos de los costos internos. En este sentido es menester mencionar que a diferencia de aquel tiempo, hoy la subsistencia del salario industrial ya no se mide por la cantidad de granos o alimentos que el salario podrá comprar, sino por la canasta de bienes con cierto nivel de complejidad industrial que contiene en su monto. Es cierto que en un país extremadamente pobre es el alimento quien determina el costo de un salario (si es que llegan a niveles de salarios potenciales), pero ya no estaríamos hablando de salario industrial sino de subsistencia sin más. Sin embargo es el propio ex Secretario quién se está refiriendo al camino de riqueza y desarrollo y no al de pobreza y subsistencia. Por lo tanto, parados desde la lógica de la enseñanza de Smith y Ricardo, deberíamos hacernos la siguiente pregunta.

¿Qué leyes y políticas públicas están haciendo que nuestras importaciones sean caras en términos de los bienes salario de la nueva subsistencia que conforma el costo de producción industrial en el siglo XXI? ¿Será -como en aquel entonces- la cerrazón por importar granos lo que está elevando la renta terrateniente o será la prohibición de importar bienes industriales lo que está elevando los precios de la canasta de consumo de los trabajadores argentinos y las ganancias extraordinarias de los industriales que no compiten?

Esta es la pregunta que no se hace Guillermo Moreno, quedándose en el argumento estigmatizante -militante- sobre "la oligarquía como causa de todo mal", obviando la causa estructural argentina principal; la burguesía parasitaria industrial Argentina que extorsiona -vía el cierre del comercio exterior- a todo el país de la misma manera que mediante la Ley de Granos los terratenientes ingleses abultaban su renta extraordinaria al imposibilitar de disponibilidad de granos importados a la economía de su época.

Guillermo Moreno debería saber (de hecho lo sabe) que nada fértil puede surgir de un avance compulsivo del sector público, sea éste sobre la propiedad cuanto que también sobre su flujo de producción sin tener como punto de partida la lógica de no perder de vista el hecho económico en acción natural y no como consecuencia de una acción de la voluntad burocrática. Avanzar una exacción compulsiva sobre el flujo de una renta generada por demanda externa y no por un propio proceso interno de expansión está condenado a nacer muerto, puesto que es –en palabras de Maurice Dobb- una "contranatural atención obstétrica" respecto del devenir de un proceso económico que pueda conducir a la riqueza y el progreso (objetivo supuesto del señor Moreno). Es más, hasta en el margen de obligar a vender las tierras a esos supuestos terratenientes parasitarios, se estaría fomentando mayor injusticia que la supuesta injusticia denunciada, dado que el precio que hoy se pagaría por esas tierras permitiría a estas clases disfrutar de una riqueza internacional sin precedentes vía diferentes inversiones en otro tipo de flujos, desprendiéndose a un alto precio de un bien que en última instancia solo circunstancialmente hoy tiene en su producción un precio asequible, pero que nada hace suponer que esto se mantenga en el tiempo (la productividad acelerada de la tecnología de producción de alimentos ya ha comenzado a desprenderse de la necesidad de grandes extensiones de tierra para lograr alimentar a la humanidad).

Pido disculpas por lo extenso de este escrito, pero sentí la necesidad de escribirlo porque no puede suceder más, si es que queremos un país mejor, que dejemos circular burócratas y ex funcionarios (que hicieron un desquicio toda vez que estuvieron en la función pública) continuar paseando por los medios con la actitud pretenciosa de un padre que todo lo sabe cuando a ciencia cierta están más cerca de la brutalidad que del conocimiento.


domingo, 9 de febrero de 2020

La economía argentina; una muerte inadvertida.


Se cumplen dos meses de una nueva administración de la economía argentina y comienza a percibirse -nuevamente- el espejismo que empuja a burócratas y analistas a pensar "el momento en el cual la economía argentina volverá a arrancar".

A principios de 2017, prácticamente a un año de gobierno del ex Presidente Mauricio Macri, recuerdo haber tenido duros e interesantes contrapuntos con algunos seguidores de Cambiemos y personas dedicadas a la economía cuando sostuve -como una hipótesis potencialmente certera- que la economía Argentina podría no arrancar más; y finalmente pasaron los 4 años de Macri y la economía no arrancó, quedaron así las anécdotas de "la luz al final del túnel" "los brotes verdes" "el segundo semestre" y "pasaron cosas".

Ahora parece haber vuelto la caminata de ficción que mueve a la burocracia técnica y el periodismo afín al Gobierno de Alberto Fernández, a transitar la misma espera por llegar a ese espejismo inadvertido; ya se habla de "segundo semestre" y de "resolver el problema de la deuda para volver a crecer" (o en su variante dialéctica "volver a crecer para resolver el problema de la deuda").

Vuelvo a reiterar lo mismo, de lo cual ya hay pruebas más que suficientes: Desde noviembre de 2011 la economía argentina funciona con una especie de respirador artificial, ya no genera "ese poco más" (o producto neto en términos fisiocráticos si se me permite la expresión teórica) después de cada año de una medición de su producción; Argentina en términos de conjunto ya va para 10 años de estancamiento con inflación. Esto nos está gritando algo que es hora de escuchar con claridad; el paradigma desde el cual se han organizado nuestros fundamentales económicos asesinó la capacidad de producción, creatividad y productividad de la economía argentina como conjunto.

Nuestra economía no arrancará más; hoy es un viejo motor que ya no tiene más para dar. Puede usarse de ella aún algunas piezas que se mantienen útiles funcionando cableadas a las baterías de otros motores que se encuentran afuera -como el sector agropecuario y algunos nichos diferenciados de sus manufacturas, determinados circuitos de componentes ligados a las multinacionales del sector automotor y metalmecánico, algunas estructuras mineras y energéticas y algo de software y servicios-; componentes que evitan la asfixia total y aún aportan cierto aire a la burocracia pública que mantiene el sistema tomando para sí y "redistribuyendo" para quitar el oxido a las piezas muertas del conjunto motor, ficcionando demanda agregada mediante ingresos no correspondidos a productividad económica alguna.

Todo lo que hemos visto hasta ahora en estos dos meses de gestión, no es más que la continuidad de un protocolo de reanimación para un cadáver que lleva 9 años muerto.

miércoles, 5 de febrero de 2020

La responsabilidad del Estado.


Hace dos días un vehículo que transportaba pasajeros en Argentina salió de la senda asfáltica de la ruta y volcó. Como resultado de ello dos pasajeros murieron y otros tres tuvieron que ser amputados. Se ha dicho en las últimas horas que el chofer se quedó dormido y por eso sucedió la tragedia. Y se ha agregado que la causa de esta anomalía en su función fue el exceso de trabajo y el escaso tiempo de descanso entre viajes -le llaman "el rebote" y significa que solo descansan dos horas entre viajes cuando deberían hacerlo 12-. Si en efecto este "rebote" sería el causal de la somnolencia del chofer, podría solucionarse incorporando más choferes a la plantilla -digamos el doble- pero eso dejaría a la empresa en cuatro situaciones posibles de las que tendrá que optar por una de ellas:

- Deberá pedir subsidios -que luego pagamos todos con impuestos- porque no le dan los costos debido a las cargas sociales e impositivas que significan esos nuevos salarios.

- Deberá elevar el precio de los pasajes en un contexto de demanda agotada debido a la caída de ingresos (elevación de precios de pasajes que podría ser, nuevamente, amortiguada por la ficción de un subsidio público)

- Deberá incrementar el nivel de riesgo de accidentes en el mediano plazo por haber desacoplado la proporción entre gastos de capital y gastos corrientes, empujando a no reponer stock de capital (nuevas unidades) en pos de pagar salarios y bienes complementarios.

- Deberá ir directamente a la quiebra en el mediano plazo porque no podrá hacer frente a pago de proveedores debido a las cargas salariales y sociales que significa la duplicación de planta.

De la única manera en que la empresa podría duplicar su planta de choferes y continuar siendo viable económicamente, es si se redujeran a la mitad las cargas impositivas y las cargas sociales al trabajo.

No le den más vueltas al asunto: El Estado es responsable.

martes, 4 de febrero de 2020

Productividad del rico y productividad del pobre


La productividad creciente del trabajo se manifiesta en cada país como la condición material de la cual su ciudadanía está rodeada. Y la división de tareas de la que disponen potencialmente, está atada a esa condición material. Aquí en Argentina, por caso, quienes trabajamos tenemos que tomar dos o tres diferentes trabajos con diferentes cualidades de tareas si es que pretendemos tener un ingreso que se aleje de la media hacia un nivel superior. De esta manera no se desarrolla la especialización posible y tampoco se incrementa la productividad.

El trabajo bajo estas condiciones también requiere de mayor desgaste y esfuerzo que el que requiere en las condiciones de los llamados "países desarrollados" (que a ciencia cierta son los que manifiestan una condición material de entorno cuantitativa y cualitativamente superior). En Cuba, si por caso pretendieses salir del ingreso medio, deberías tender camas en un hotel a la mañana, armar habanos por la tarde y manejar un cacharro para hacer de remisero por la noche (a escondidas del Estado), con una muy baja productividad en tus tres tareas diferentes.

En tanto que en EEUU quien se dedicase a manejar 6 horas diarias bajo sistema Uber, empujaría con su servicio a la mejora de la productividad de la gente a la cual transporta, y por tal prestación obtendría un ingreso neto mensual que sería el equivalente al de 40 cubanos haciendo tres tareas diferentes durante cada día. Reflejando en esa proporción la productividad aportada en uno y otro caso y bajo las condiciones de uno y otro entorno material. Esa es la diferencia clásica entre un país pobre y un país rico: Ya lo había sostenido Adam Smith; lo que muchas manos hacen de pocos gestos en una Nación en estado de avance, pocas manos deben hacerlos todos en una Nación en estado de atraso.

Si hoy los países desarrollados en apariencia "trabajan menos", es porque ayer trabajaron mucho más para producir menos y hoy trabajan menos para producir mucho más. Se llama capitalismo.

No lo olviden.