sábado, 19 de marzo de 2016

Los trabajadores también son adúlteros.

Un muchacho comunica a su novia que a la noche irá a cenar a la casa de un amigo. Llegado el horario nocturno la novia observa -gracias al posicionamiento de Google-, que el smartphone de su novio se encuentra a 20 kilómetros de la dirección en la que debería estar su prometido. La mujer, un tanto contrariada, realiza un llamado para indagar el motivo de la diferencia geográfica, pero nadie atiende.

Pendulando entre la preocupación y la ira, la mujer realiza una llamada a la casa del amigo con el cual, supuestamente, su novio debería estar cenando. Éste atiende y responde que el hombre está con él, aunque en ese preciso instante está en el baño, alega también que nunca se escuchó el llamado que hizo al celular de su novio. La novia insiste en querer hablar con su novio y, en una clara actitud que dejaba verse como un comunicado inamovible y una sugerencia increpante, con voz firme le informa al amigo que en 5 minutos volverá a llamar: su tono de voz deja el mensaje claro; más vale que la atiendan.

El amigo, desesperado, manda un mensaje al ausente prometido, el cual -como ya es obvio-, se encuentra con otra mujer en la habitación de un luminoso hotel lindero a la panamericana. El muchacho, nervioso luego de haber visto en la pantalla un llamado perdido de su novia y el mensaje de su amigo, responde a este último que no sabe cómo hacer para salir del atolladero en el que se encuentra. Sabe claramente que de responder el próximo llamado de su novia, lo primero que ésta hará será solicitar escuchar la voz de su amigo para confirmar la versión de los hechos.

Entonces se les ocurre una idea: intentarán salir de la embarazosa situación comenzando por hacer creer a la novia, que la amante de su novio es la hermana del amigo. Así, el encubridor y siempre dispuesto compañero del escurridizo don Juan, se anticipa al nuevo llamado de la nerviosa novia llamándola él primero para darle un número; informa que es el teléfono de su hermana, con la cual el amigo -su novio-, al salir del baño tuvo que ir apresurado a ayudarla a traer unas pesadas botellas de cerveza de la esquina. Indica qué, de querer hablar con él en ese mismo instante, en ese teléfono podrá encontrarlo.

Mientras tanto, la atrincherada pareja en el hotel desactiva todo tipo de conexión de ubicación satelital del smartphone de la amante, al tiempo que salen de la habitación para asegurar ser acompañados por un sonido ambiente acorde a una calle. Se paran en un lateral del auto con el que ingresaron al hotel alojamiento y lo encienden para que sea audible un rumor de fondo que sugiera que están contiguos a un auto estacionado con su motor encendido. Llega el llamado, atiende la amante del novio simulando ser la hermana del amigo, todo marcha bien. La esforzada amante -ahora devenida en actriz de ocasión-, indica a la desesperada novia (quien a su vez se ha transformado en un sabueso), que ya le pasa el teléfono al solicitado hombre. Cuando éste lleva el aparato a su oído, con la boca seca y nervioso pensando emanar un suave saludo, un grito se anticipa retumbando desde las entrañas del delgado artefacto; "¡pero se puede saber donde carajo estás que tu celular me marca a 20 kilómetros de la casa de tu amigo y él me dice que están en la esquina comprando cervezas!"

El muchacho responde a corazón galopante e intentando no titubear mediante una concentración tan aguda como aquella con la cual afrontó el último final de su carrera universitaria; "hola mi amor! ¿cómo que mi teléfono está a 20 kilómetros de aquí? pero no puede ser! si es así me estoy enterando en este instante que me lo robaron en algún momento y no me dí cuenta. Seguramente lo sacaron de la mochila. Espera, espera... ¡no lo puedo creer! mi teléfono no está!".

La novia, no del todo conforme con la respuesta de su compañero y el resultado de su pesquisa (masticando en su cabeza la voz femenina que atendió su llamado), responde a regañadientes que volverá a llamar al amigo cuando lleguen al departamento. El novio, ante este nuevo escollo que deberá sortear para mantener el encubrimiento y poner a resguardo la integridad de su mentira, capta rápidamente que el resultado de un nuevo llamado será imposible de soslayar dados los términos en que ha construido la cobertura de su engaño. Con la velocidad de un lince rápidamente retoma la iniciativa y redobla la apuesta actuando un brioso enojo; alegando persecución amenaza con hablar en otros términos si persiste esa actitud de desconfianza. Logra calmar la situación, aunque sabe que el precio de tal desenlace ha sido el de su moderno smartphone; no podrá volver a casa con un artefacto robado y que se encuentra a 20 kilómetros de él, puesto que los cimientos de su embuste desaparecerían, dejando al descubierto su mentira. Deberá entonces volver con denuncia de robo en mano, certificada por la comisaría más cercana a la casa de su amigo, dejando ese artefacto de comunicación -que hoy también son carnadas para cazar don juanes-, en las manos de su amante para que ésta se encargue de hacerlo desaparecer.

¿Te gustaría saber los nombres de los personajes que protagonizaron esta pequeña historia?

El muchacho donjuanesco se llama Luis Ignacio Lula da Silva.

La amante acomodaticia, Dilma Rousseff.

La novia engañada, Sociedad Civil.

El amigo encubridor, Partido de los Trabajadores.



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