domingo, 28 de abril de 2019

Religión y revolución.


El cura tercermunidista se tira a la izquierda, lucha contra el mercado, contra el capitalismo, la propiedad privada, la ambición, el desarrollo individual y, si es necesario, porta un fusil. No cree en ninguno de los protocolos tradiciones de la iglesia católica, ni en su dogma. Tampoco en su historia, solo utiliza la institución para el fin superior; "la revolución social" para "la igualdad de los pueblos" a partir de la rebelión intrainstitucional. Para él la iglesia tradicional siempre estuvo al servicio del poder, y ese poder siempre estuvo al servicio de los atributos arriba mencionados. Está convencido que la Iglesia tradicional (ésa que ven "a la derecha") fue funcional para sostener la explotación de la humanidad atemperando el sufrimiento del explotado promoviendo su mansedumbre y solventando el dolor del marginado promoviendo la limosna. Para el cura tercermundista la religión católica tradicional nunca estuvo al servicio de aquello que debió haber sido su verdadera razón de ser; la revolución.

Esto no viene de una noche de tragos sacerdotales y elucubraciones entre gallos y medianoche. El cocktail conceptual que los formó arrancó con los Jesuitas (marginales en su propia diáspora, autoexcluídos y perseguidos que se refugiaron en solitarios conventos lejos del mundo de la producción mercantil que detestaban). Y continúo cuando Marx y Engels trazaron su hoja de ruta para el advenimiento del socialismo y ésta llegó a manos de los discípulos jesuitas. Pero también de intelectuales cercanos al mundo religioso, que no dudaron en hacer carrera pastoral buscando el camino para el objetivo marxista entronizando en la milenaria institución.

El "camino al socialismo" que promovieron Marx y Engels tenía el sentido dentro del propio desarrollo de las fuerzas del capitalismo, el mercado y la occidentalización de la humanidad, y consideraban que la religión era el bastión a ser tomado a partir del cual, invirtiendo su sentido, podría tomar impulso definitivo la liberación humana. Porque para ellos esa forma de opio -"el opio de los pueblos"-, debía ser reemplazada por las formas de liberación que habían descubierto y proponían, a sabiendas que solo era posible ese esquema de adoctrinamiento; el único posible de ser posible porque formaba "ab ovo" el sentido de existir. Y era una columna importante para complementar al desarrollo de lo que llamaron "las fuerzas productivas" puesto que con tal acompañamiento maduraría la fuerza del pensamiento humano liberador (relación única posible de gestar el camino material que a su vez será el único camino liberador posible; del idealismo hegeliano al materialismo marxista). Y apuntaron ahí porque vieron, precisamente, que por miles de años esa forma de pensamiento y transmisión perduraba, y perduraba y perduraba. A su tiempo, hubo quien trazó la entronización marxista en el catolicismo, pero también en el judaísmo y toda forma religiosa posible. Si no me equivoco, la única línea no entronizada ha sido el protestantismo.

Hoy hay un Jesuita en el Vaticano, es argentino y nos habla de "estiércol del demonio" cuando se refiere al dinero, de "malos y buenos" cuando habla de empresarios y trabajadores y de "vida sin sentido" cuando apunta al mercado y la búsqueda de la realización personal mediante la meritocracia y el progreso material en una carrera de ascenso. No pierdan de vista esto, porque es "nuestro papa".


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