domingo, 22 de noviembre de 2020

Potestad, dominación y dolor político como slogan autoritario; el fin de un ciclo.


Por años la militancia kirchnerista, de izquierdas y nacionalpopulista se refirió a quienes no pensaban como ellos con innumerables apelativos descalificativos. Por años, quienes no pensaban como ellos, hicieron silencio; un poco temerosos, un poco respetuosos y otro tanto por creer, efectivamente, que esos apelativos descalificativos podían llegar a tener algún contenido de verdad. Por años empujaron a la gente que no pensaba como ellos a una especie de ostracismo institucionalizado. En cumpleaños, instituciones públicas y educativas, encuentros de ocasión, eventos más o menos sofisticados, peñas y hasta en la cola de la verdulería había cosas que no se podía mencionar: ¿Cómo osar plantear que una juventud maravillosa tal vez no había tenido tal fantasioso atributo? ¿Cómo atreverse a la irreverencia de pensar que tal vez treinta mil no era un dato cierto sino un artilugio para cobrar un subsidio internacional? ¿Cómo sugerir que una parte de quienes se fueron al exilio lo hicieron por haber entregado compañeros y compañeras de militancia? ¿Cómo sugerir que las causas de todas las injusticias y la falta de memoria y verdad podrían haber sido motivadas por las acciones de quienes ostentaban el monopolio del dolor, de los derechos humanos y de la "memoria, la verdad y la justicia"? ¿De qué manera se podía decir que la política de escraches públicos de agrupaciones como H.I.J.O.S era un claro comportamiento fascista?

Toda vez que se intentaba, si quiera, comenzar una pregunta por el estilo, una andanada de dedos señaladores apuntaban contra la persona que pretendía abrir tales posibilidades de pensamiento.

Pero todo comenzó a cambiar hace aproximadamente una década, cuando el auge de las comunicaciones hizo que las voces otrora silenciadas comenzaran a tener su espacio. Y es en ese momento que comenzó a tambalear el statu quo de ese universo de señaladores seriales que tenían la potestad monopólica de construir la agenda de lo políticamente correcto. Hoy aquellas preguntas ya no solo tienen una categoría de hipótesis para sugerir una posibilidad como elemento para abrirse al pensamiento, sino contienen una categoría de verdad irrefutable. No hubo juventud maravillosa, tampoco fueron treinta mil. Y sí, una parte de quienes se fueron al exilio fueron entregadores de compañeros y compañeras, los "derechos humanos" en Argentina son poco menos que una letrina y vivimos día a día violando todo tipo de derechos; no tenemos memoria y menos aún justicia. La agrupación H.I.J.O.S actuó -y actúa- con un comportamiento fascista y ya podemos indicar, sin temor a equivocarnos, que esa gente que osó señalar por décadas a la ciudadanía que no pensaba como ellos es la causa originaria de nuestra pobreza estructural, declive económico, vacío educativo y miseria generalizada.

El statu quo se quebró y emergió con fuerza el contrapeso que puso en perspectiva el camino a la verdad.

¿Y qué hace hoy esta gente que por décadas tanto señaló al resto?

Hoy vuelve a intentar lo mismo; señalarnos como "sembradores de odio". Pero hay una última verdad que deberá quedar sellada para dar el golpe de gracia a ese statu quo de papel. El odio siempre fue parte de esta gente, lo que se está manifestando en su contra no es odio, es el amor verdadero que por mucho tiempo tuvieron maniatado en un rincón institucional de nuestra Nación.

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