domingo, 11 de septiembre de 2016

¿Rebeldía, compromiso social o imbecilidad manifiesta?

El set de características distintivas de las izquierdas locales posee algunos de los siguientes atributos; son esquizofrénicas, díscolas, combativas eternas y camuflan el resultado siempre esquivo con el eslogan de ser la "opción revolucionaria". Portan también una característica extraña y que debiera chocar con las ya mencionadas; siendo radicales y extremistas aún no se percataron de lo radical de los extremos.

Supongamos que toda la realidad que nos circunda es como ellos sostienen y que el acontecer cotidiano del mundo es el resultado de una gran conspiración. De esta manera, desde el despertador que me subyuga cada mañana hasta el colchón que me contiene (pasando por el auto que me moviliza, los artefactos con los que me comunico, las opciones que me divierten, la música con la que vuelo, el humor con el que me distraigo y divierto y las formas en que me alimento, entre otras tantas cosas), serían inventos pergeñados por alguna mente -o grupo de mentes- que lo controlan todo y programaron hasta el más mínimo detalle el acontecer de cada uno de nosotros. Si esto fuera realmente así, sería vertiginoso captarlo en su completa dimensión y solo quedaría una opción ante esa terrible cachetada: rendirnos. Puesto que solo una increíble superioridad podría hacer tamaño trabajo.

Ahora bien, supongamos que toda la realidad que nos circunda no es como ellos sostienen y que el acontecer cotidiano del mundo es la emanación de la espontaneidad y resultado de la concatenación de lo imprevisto, sin más. Que todo lo que pasa es programación del acontecer mismo. Que todo lo que sucede es el resultado de todo ser así. Si esto fuera realmente así, sería vertiginoso captarlo en su completa dimensión y solo quedaría una opción ante esa terrible cachetada: rendirnos. Puesto que solo una increíble superioridad podría hacer tamaño trabajo.

Entonces, ya expuestos esos dos extremos, me atrevo a concluir en una pequeña recomendación para la muchachada de izquierda. Y es la siguiente.

Continuar gastando el tiempo buscando ese culpable oculto de la "gran conspiración" a favor de los malos subyugadores y en desmedro de los buenos subyugados, cuanto que también gastarlo queriendo cambiar ese maldito destino que siempre se empecina en inclinar la balanza hacia el peso de los malos menospreciando la debilidad de los buenos; es una idiotez de adolescente o un empecinamiento de viejo chúcaro. Pero en ambas manifestaciones no es más que una imbecilidad. Aunque pueda revestirse de rebeldía en un momento de la vida o de compromiso social en otro, finalmente no escapa de una clara imbecilidad (dada la persistencia en la persecución ante lo claramente esquivo del objetivo). Más claro aún.

La consciencia de un izquierdista en estos términos, es como la de un galgo corriendo atrás de una liebre de fantasía que se mueve conectada a una cadena que la acelera o ralentiza conforme la voluntad de correr o descansar del can.

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