viernes, 26 de febrero de 2016

De buitres y patriotas.


Había una vez una familia que solía pedir préstamos de tanto en tanto. Cuando llegaba el momento de devolverlos generalmente no cumplía con lo pactado y ante el reclamo de los acreedores, gritaban por las esquinas de su barrio la consigna "nuestra familia o los buitres!!". Con el tiempo se cerró la cuenta del almacén donde se abastecían; ya don pepe no quería financiar más sus consumos porque nunca pagaban por ellos lo que correspondía. Y los hijos sufrieron el mismo trato por parte de los dueños del club y el bar de la zona, quienes también cortaron sus beneficios. Y los servicios de luz y gas corrieron la misma suerte. Las prestadoras una vez que el padre hizo un desplante en las sucursales exigiendo que le den el servicio aceptando como retribución el monto que él quería y no el precio que pretendían cobrar, finalmente optaron por eliminarlo de su lista de prestatarios. Y de esta manera, cuanto más gritaban en las esquinas tanto más iban quedando sin nada.

Hoy la casa está despintada, con el techo apolillado y multiplicidad de baldes y ollas esparcidos por el suelo para contener las goteras que se suceden ante cada lluvia. La maleza ha trepado por las paredes, la madre de la familia sobrevive atendiendo a los enfermos del vecindario, el padre pasó de poseer un trabajo calificado a hacer changas de ocasión, y los hijos no pudieron terminar sus estudios. Todos viven al día y sus caras denotan el rigor del cansancio extremo; la frustración y el resentimiento se dejan ver en las pieles secas y resquebrajadas que contornean sus miradas, al tiempo que continúan gritando "nuestra familia o los buitres!!" -aunque el otrora grito brioso ahora solo es un susurro-.

Hoy la casa no alcanza a cubrir la deuda, y si vendieran el trabajo que están capacitados a ofrecer, tampoco alcanzaría. En parte por la escasa capacidad y energía que les ha quedado para entregar, y en parte por la baja calificación del trabajo que podrían dar; padres sin anhelos e hijos sin estudio.

Si esta pequeña historia te sugirió algo, entonces espero que hayas aprendido que las deudas debes pagarlas, porque asumiste un compromiso para obtener algo que de otra manera no podrías haber logrado. Y espero que recuerdes también esta historia cada vez que escuches gritar; "¡¡PATRIA O BUITRES CARAJO!!".



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