lunes, 24 de marzo de 2014

LA COMPETITIVIDAD DE UNA ARGENTINA A DIETA


Si repasamos el grueso de los análisis económicos que desde las más diversas vertientes intentan aproximar el problema de la competitividad argentina, podremos encontrar una expresión que se reitera sistemáticamente y no es puesta en cuestión por ninguno de ellos: "La competitividad ganada con la devaluación se va perdiendo a costa de la inflación". Es preciso entonces hacer un intento por desentrañar el mito que relaciona una devaluación a una ganancia de competitividad.

Cuando se presenta una devaluación en un sistema te tipo de cambio controlado como el argentino, lo que está sucediendo es que el organismo de control induce a un cambio en el número con el que se contabiliza un bien producido en argentina, respecto al número con que se contabiliza un bien producido en el extranjero. De esta manera, si antes de la devaluación, 100 pesos que se cambiaban por 6 dólares representaban la producción de 5 bienes en argentina y 5 bienes en el extranjero, luego de una devaluación inducida de, digamos, un 100%, esos mismos 100 pesos podrán cambiarse por tan solo 3 dólares. Este cambio de magnitud hará que el extranjero con los 6 dólares disponibles originalmente, ahora pueda hacerse de 200 pesos, lo que le permitirá adquirir 10 bienes argentinos. En tanto que para un argentino que pretenda hacerse con 5 bienes extranjeros, deberá procurar 6 dólares, lo que lo llevará a tener que contar con 200 pesos. ¿Qué ha sucedido?

Dado que se ha doblado la cantidad de número con la que contabilizamos, ahora los bienes del extranjero son más caros para un argentino y los bienes argentinos son más baratos para un extranjero. Este abaratamiento de los bienes argentinos en términos internacionales no muestra una ganancia de competitividad, sino un cambio en los números con los cuales se hacen las cuentas para pactar un intercambio. No puede haber ganancias de competitividad reduciendo la posibilidad de captar del extranjero su producción respecto de la producción local. Para decirlo en forma clara: Ha perdido poder de compra el parámetro con el cual se miden las remuneraciones locales respecto del extranjero: Nuestra estructura se ha envilecido; el país que ha devaluado se empobreció. Llamar al empobrecimiento como una “ganancia de competitividad”, recrea un contexto en donde quien ofrece un trabajo determinado es el pato de la fiesta, y los clásicos empresarios acomodaticios con el poder político de turno, los sibaritas del festín que sobrevendrá tras los nuevos parámetros.

Para que el análisis anterior pueda ser más claro aún, me valdré de un ejemplo sencillo que conjuga esta problematización y pone en contexto de interpretación, aquello que se esconde tras el velo que nadie parece tener intención por correr sobre la tan mencionada competitividad ganada vía devaluación. Medida harto reclamada por los clásicos sectores empresariales argentinos cuyas ganancias dependen de los procesos exportadores y el comercio internacional.

Supongamos que una persona que comienza una dieta debido a un exceso de peso que amenaza su salud, da con un profesional que, antes de optar por la difícil vía de programar el cumplimiento de un estricto sistema alimenticio -conjuntamente a un efectivo programa aeróbico-, se dispone a contentar a su paciente a corto plazo, creando la ficción de una reducción de peso mediante el cambio de escala de los números de la balanza con la cual pondera su peso. El paciente verá que conforme pasan las semanas, la balanza con la cual lo mide el profesional irá mostrando parámetros que disminuyen según transcurren los días de tratamiento. Si no hay información suficiente que pueda poner sobre aviso a nuestro paciente, continuará en su peso original absorbiendo la ficción de estar ciertamente en un proceso de adelgazamiento. Sin dudas sobrevendrá el momento en que algún allegado le indicará a nuestro desdichado paciente que no ha evidenciado cambio alguno desde el inicio del tratamiento, y es probable que haya un conflicto ante la cruda evidencia de la verdad: ¿Nuestro paciente habrá realmente bajado de peso si de un mes a otro, debido a los parámetros cambiantes de la balanza con la cual se mide, observa que antes pesaba 150 Kilogramos y ahora tan solo 100?

Para que en nuestro ejemplo pueda ser alcanzada la meta de adelgazamiento preestablecida, deberá formalizarse un protocolo de seguimiento serio y responsable. Y nuestro paciente al menos deberá observar si la vestimenta que ajustaba la simetría de su cuerpo pasó a quedar holgada luego del supuesto cambio de peso, o continúa con el mismo calce. Si los datos que muestra la balanza decrecen, a la vez que la ropa que contiene su cuerpo se torna imposible de calzar, se vislumbrará un problema, y puede ser relativamente sencillo detectar rápidamente quien o que cosa es el causante de tal anomalía. En nuestro caso, el profesional responsable que optó por cambiar la escala de medida con la cual traza el seguimiento del paciente, descartando la opción por mejorar el estado del mismo vía una dieta progresiva y el cumplimiento estricto de metas a ser alcanzadas, tal cual sería el objetivo.

Volviendo al tan repetitivo tema de la competitividad, debemos decir claramente que solo se gana competitividad produciendo hoy más y mejor de lo que lo hacíamos ayer con los mismos recursos: Y aquí la palabra es productividad; solo se puede ganar competitividad si mejoran los niveles de productividad.

Creer que hemos ganado competitividad porque ahora podemos, potencialmente, vender más al extranjero de lo que el extranjero puede vendernos debido a la pérdida de sustancia del número con el cual nos medimos en el comercio internacional, es exactamente lo mismo que creer que hemos adelgazado luego de que un cambio en los números de la balanza con la cual nos pesan, nos muestran hoy, un número inferior que el observado ayer.

¿Hasta cuándo continuaremos construyendo una ficción montada sobre un concepto anómalo, creyendo una y mil veces que tocando esos parámetros, dejaremos atrás nuestros históricos dilemas de escasa competitividad -que ha ciencia cierta no son otra cosa que la muestra objetiva de nuestra escasa productividad-?

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