jueves, 11 de febrero de 2021

Los símbolos en las almas resquebrajadas y el derroche sanitario.

En las próximas horas el gobierno argentino fletará el cuarto vuelo a Rusia en busca, esta vez, de cuatrocientas mil dosis de la vacuna Sputnik V. Nuevamente, no será un servicio específico de logística en tal sentido sino un vuelo de un avión de pasajeros de Aerolíneas Argentinas con toda su tripulación a bordo. No se precisa ahondar mucho para advertir el despropósito entre costos y prestaciones que tal vuelo implica, solo me voy a limitar a mencionar un ejemplo y a recordar que, políticamente, esto es todo un símbolo. Un símbolo que confirman que Argentina no es más que una gran estancia con alguna que otra pústula de modernidad (como siempre lo fue). Tenemos un par de aviones que estamos pagando en leasing y los usamos para ir al otro lado del mundo a formar fila -siendo los últimos en la cola- para traer un puñado de vacunas como para ir tirando.
 
Argentina es esa familia humilde que vive en una casa modesta, tiene un vehículo alemán de última generación que vale más que la casa (y cuya cuota supera el monto de cuota por un préstamo para refacción con el que podrían haber hecho dos habitaciones, un baño, piscina de 8x4 y un quincho con asador y otro baño). Al vehículo solo lo utilizan para ir por arroz y legumbres al mercadito del barrio -para mostrarse orondos por su posesión-, pero no pueden llegar más lejos debido a que la cuota que pagan por él no les permite cargar suficiente combustible para hacerlo más allá del perímetro barrial.

Finalmente piensen que ante cada discusión familiar devenida por insatisfacciones, escaseces, y falta de recursos, la calma llega cuando todos se reúnen a tomar mate alrededor del artefacto y, mirándolo, sacian el alma pensando que eso es de ellos.
 
Esa familia es la República Argentina.

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