jueves, 16 de marzo de 2017

El triste camino piquetero.


Había una vez dos países con contrastes bien marcados. Uno cuyos escasos recursos no permitían el lujo del descanso y la falta de producción, y otro cuyo sobrante gestaba la falta de preocupación por un faltante; la opulencia que escaseaba en el primero eran los lujos que abundaban en el segundo. El primero se llamaba Japón. Y el segundo Argentina.

Con el tiempo, y casi como empujados por un designio de Heráclito, ambos países se transformaron en su contrario. Dado que los recursos no son lo que nos viene dado sino que se crean en producción, Japón comenzó a superar su estado de escasez para entrar en abundancia -su producción no paraba y crecía de manera sostenida-. Sin embargo Argentina pasó de la bonanza de lo dado a la penuria del faltante debido a sus permanentes frenos a la posibilidad de producir, y fue depositada lentamente en la dependencia de lo dado. El país con recursos escasos se transformó en un lugar de abundancia en tanto que el lugar de abundancia se volvió un país de penuria permanente.

Todo continuó y los ciudadanos del país que pasaron de la escasez a la abundancia no mostraban la jactancia de su condición, puesto que prácticamente no habían advertido su crecimiento al tomarlo como parte de sus obligaciones a partir de la escasez. En tanto en Argentina, y de manera llamativa, los ciudadanos que habían pasado de la abundancia a la escasez se mostraban jactanciosos de su estado; se enorgullecían quienes paraban la producción y sentían culpa quienes querían impulsarla. Y así, allí donde la escasez crecía también lo hacía el orgullo por forjarla. Sentirse "piquetero" -denominación que se le dio a los especialistas en cortar la circulación y la producción- pasó a ser una cuestión nacional y popular, aunque la triste historia de este país encaminado a la miseria aún deparaba un problema adicional.

Llegó un día en el cual "los piqueteros" se quedaron sin sentido; desaparecieron los recursos con los cuales se calmaban -porque ya nadie los producía-, y desaparecieron los lugares donde cortaban para hacerse escuchar mediante el daño -porque ya nadie circulaba-. De esta manera, y en ese contexto, el grito de "piqueteros carajo!" sellaba la foto histórica de una triste imagen en un país miserable: un lugar en el cual sus habitantes confundían el dolor de vientre causado por el hambre con el malestar estomacal posterior a un atracón.

Y así, la jactancia de ese país terminó manifestándose en el "pogo más grande del mundo". Tan inmenso fue su resultado que hasta sorprendió a todo Japón, aquel pequeño país que había pasado de la escasez a la abundancia y que ahora vendía vuelos turísticos para observar, casi como quien visita un zoológico, el espectáculo que brindaban los argentinos; todos juntos y a los saltos empujándose desesperados, compitiendo por tomar los paquetes de arroz y polenta más abundantes que iban cayendo en paracaídas desde los Hércules de la ONU.

Y colorín colorado, este cuento ha terminado.

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