lunes, 26 de diciembre de 2016

Ciencias Sociales y Voluntad.

En la entrada anterior se hizo una breve mención a la importancia de la investigación científica en una sociedad pobre, en esta se hace mención al horizonte y perspectiva que poseen algunas líneas de investigación en ciencias sociales que Argentina está financiando.

Mucho se ha hablado en los últimos días sobre el financiamiento posible de investigaciones por las cuales los becarios del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina -CONICET-, exigen continuidad. Por un lado, el ciudadano común se expresó en las redes con cuanto elemento tuvo a mano para trazar humoradas sobre lo que consideró, eran particularidades exóticas que se dejaban ver en los títulos de algunas líneas de investigación en Ciencias Sociales y Humanidades, por caso, el análisis de "El Rey León" como un formato de expresión clasista y dominante. Por otro, la parte de la ciudadanía más cercana a la ciencia y con mayor nivel de conocimiento de su funcionamiento, tomando dos caminos; el de aglutinarse en una actitud corporativa, y el de abrir la posibilidad al debate sobre las prioridades del financiamiento científico. En esta última línea parecen estar tanto el actual Ministro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao, como el Presidente del CONICET, Alejandro Ceccatto. De esta manera quedó planteado el escenario; quienes desconociendo el funcionamiento de la ciencia piden cabezas, y quienes conociendo su funcionamiento las protegen. Y dentro de este último grupo, quienes no pretenden un debate en torno a las prioridades del financiamiento científico y quienes se encuentran abiertos a este nuevo objetivo.

Planteado el escenario, me valdré de un ejemplo para mostrar el lugar que cada uno de esos actores ocupa al respecto de la continuidad -o no- de los recursos con los cuales se financian las líneas de investigación criticadas, su fuente, las formas de transferencia, objetivos y resultados.  

A finales de los años 60 y 70 del siglo XX, las líneas de investigación en Ciencias Sociales en América Latina se condecían con el espíritu de época; respondían claramente a la dualidad capitalismo-comunismo. En ese contexto apareció un libro que se llamó "Para Leer al Pato Donald", de Ariel Dorfman y Armand Mattelart. Allí se sostenía que una de las avanzadas del imperialismo capitalista era una especie de domesticación para la dominación con la cual se inculcaban valores, creencias, costumbres y conductas solo posibles para la vida en "formato mercancía". Sostenían que desde Disney -empresa orientada a tal fin mediante el entretenimiento-, se gestaba una especie de educación del inconsciente (por sintetizarlo de alguna manera). Y argumentaban que para alcanzar ese objetivo diseñaban sus tanques comunicacionales maquillándolos con el pueril atractivo que brindaba la mezcla de animales y fantasías. De esta manera, sostenían, se creaba la carnada que atraía a los distraídos niños para, una vez allí, manipular sus cabezas incorporando los valores del mercado, la competencia y el capitalismo.

De esta manera, para estos investigadores, el Pato Donald era una especie de "soldado de Disney" mediante el cual se adoctrinaba a los pequeños sin que sus familias lo perciban; el simpático pato y su familia escondían en cada una de sus expresiones el adoctrinamiento que quedaba sellado a fuego en el inconsciente de los infantes para nunca más salir. Tal línea de investigación continúa percibida como una herramienta válida en no pocas Facultades de Ciencias Sociales locales y latinoamericanas, y en especial en las de Comunicación Social. Y hasta hay quienes afrontando una línea de investigación parados y amparados en este marco teórico -si es que podemos llamarlo así-, consideran que están dando un aporte más a una especie de acervo bíblico para la liberación. Es claro entonces que partiendo desde ese lugar, quienes vienen con esa matriz, con ese paradigma teórico, ven conspiraciones mediáticas y mensajes ocultos tanto en las formas y diseño de las letras de la marca de un inodoro, cuanto que en la manera en que se utiliza el color y eligen personajes para la última animación de Pixar. No es de extrañar entonces que haya gente analizando la película "El Rey León" con el objetivo de interpelar parte de la avanzada estratégica de la "cultura dominante".

Pero dentro de los actores mencionados al inicio de este escrito, están quienes generan los recursos para financiar estas investigaciones, y dada la particularidad de las mismas y los sujetos que son permeables a llevarlas adelante, se presenta una contradicción insoslayable; los recursos se generan dentro de un funcionamiento cuya lógica es puramente mercantil y el argumento mediante el cual se insta a la sociedad a entregarlos, descansa en una lógica estrictamente anti mercantil. Estas investigaciones -y sus investigadores claro está-, se financian con los recursos gestados por esa "cultura de clase" que, digámoslo claramente, estos científicos detestan. Un financiamiento en cuya mayor parte es utilizado para adquirir prestigio mediante el reconocimiento de pares, ante una ciudadanía que no les agrada. Una ciudadanía a la que observan en su promedio con menosprecio intelectual, menoscabándola cada vez que ésta se expresa contraria a sus posturas ideológicas -como ha sucedido en los últimos días ante las exóticas y en algunos casos esquizofrénicas líneas de investigaciones del CONICET-.  

Asistimos de esta manera a un contrapunto en donde la deshonestidad y la falta de respeto parecen ser definitorios a la hora de afrontar la solución al problema que se ha abierto. Hay personas que teniendo el poder del conocimiento para traducir, convencer y desplazar voluntades, lo utiliza para menoscabar la posición social de esa fuente de recursos con los cuales se ganan su prestigio, olvidando los objetivos por los cuales esos recursos les son entregados. Los actores que estando dentro del ámbito científico y abiertos a dar este debate, entiendo que pueden conducirnos al principio del camino hacia una solución justa. Y hay que guardar cierto optimismo con las declaraciones de dos de los máximos responsables de los organismos de Ciencia y Tecnología de Argentina como lo son Lino Barañao y Alejandro Ceccatto.

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