viernes, 28 de septiembre de 2012

CRISTINA Y SUS PARÁMETROS

Hace algunas horas la presidente Cristina Fernández de Kirchner ha dado apertura a la cátedra Argentina en la Universidad Georgetown de Estados Unidos. El momento fue esperado con ansias, entre otras cosas, por la posibilidad de la que dispondrían los alumnos de hacer preguntas a nuestra mandataria, alternativa virtualmente vedada en el contexto local más allá de algunos intercambios pasajeros y efímeros al ingreso o salida de algún acto de gobierno.

La presidente argentina en el grueso de las respuestas no abordó los puntos que se le habían solicitado en las preguntas, fue un compendio de giros y rodeos para salvar los conceptos que forman el núcleo duro de las decisiones económicas que su gestión viene profundizando. Si bien en la conferencia se habló de ciclos históricos y políticos, nos interesa aquí resaltar dos puntos importantes que tienen que ver con el dinero y el tipo de cambio. Se pretende explicar parte de las inconsistencias que aparecen en los argumentos oficiales de política económica, a la vez que mostrar ciertos aspectos de la dinámica que obtura el poder de compra de los ciudadanos cuyos ingresos descansan en salarios -a la vez que los mantienen en una ficción de mejora-, mediante licuación por efectos inflacionarios.

En un momento de la argumentación Cristina Fernández recordó y fustigó el período de convertibilidad, indicó que es irrisorio pensar un dólar equivalente a un peso como anclaje nominal; las diferencias de las estructuras económicas que una y otra moneda representan es el argumento central para negar aquella equivalencia. Si bien posee veracidad tal conclusión, en ella tan solo se observó una parte de la película, la estática. Lo importante como anclaje entre las monedas y que pone en alarma la imposibilidad de igualación entre economías con diferencias estructurales tan agudas, no es el número en sí, sino la dinámica y la variación de aquello que el número representa. La visión cobra otra cualidad incorporando parámetros dinámicos y ahí lo que ingresa como aspecto determinante es el tiempo.

Cada moneda representa, sintéticamente, la productividad del ciclo de negocios y de bienes y servicios de una economía en términos de la otra; mantener inamovible a lo largo del tiempo el tipo de cambio entre dos monedas quiere decir que la productividad del ciclo de producción de esas economías, en ese mismo tiempo, no ha variado. Por ejemplo, un peso representa en una economía 10 productos de 10 centavos, y un dólar representa en otra 10 productos de 10 centavos de dólar. Si luego de diez años la economía que representa dólares ha multiplicado la productividad y ahora ha creado 20 productos, un dólar representará más en términos de bienes y servicios que un peso. Por lo tanto, las personas en el mundo pretenderán obtener dólares y no pesos. Tal vez hemos simplificado el ejemplo en demasía, dado que no se incorpora el efecto de la emisión y el mercado del dinero puntualmente, pero para los fines de la explicación es pertinente y muestra una dinámica que en economía es insoslayable.

Haber mantenido un peso igual un dólar en la década del 90 significó que la productividad media de la República Argentina se incrementó en igual intensidad que la productividad media de Estados Unidos. Y es ahí donde el modelo de convertibilidad falló y debió haber sido ajustada la simetría ya en 1994.

Ahora bien, mantener vía intervención durante un cierto tiempo una paridad nominal sin ajustes -supongamos de 4,5 a 1-, entre dos economías asimétricas como la Argentina y la de Estados Unidos, recrea igualmente el efecto mencionado sobre la convertibilidad.

Solo debemos cambiar el número 1 por el número 4,5 en los billetes y, si se mantiene inamovible esa paridad a lo largo de los meses, estamos esencialmente montados en la misma dinámica que en plena época convertible. Hoy la paridad está apuntalada por otro tipo de intervención, nuevamente un factor exógeno a los determinantes estructurales que definen la paridad de las monedas está obturando la tendencia a sus equilibrios; en algún sentido continuamos en convertibilidad. Argentina en los últimos años ha controlado el mercado cambiario haciendo todo lo posible para anclarlo y dejarlo librado tan solo a pequeños movimientos por temor a la escalada inflacionaria, de esta manera la productividad estructural Argentina es obligada a correr en paralelo a la de Estados Unidos, representada por el dólar. Intentar algo así es como obligar a un niño que comienza a dar sus primeros pasos, a mantener los tiempos de Usain Bolt en la prueba de 100 metros de velocidad. Primera falacia del discurso al descubierto.

En otro momento la presidente hizo referencia a la cantidad de dólares per cápita que poseen los habitantes argentinos, argumentando que los brasileros poseen algo así como 6 dólares y los argentinos alrededor de 1300. Es sencillo confirmar la veracidad de tal aseveración con tan solo multiplicar esos números por la cantidad de habitantes y comparar el resultado con las reservas líquidas de una y otra economía. Haciendo esto podemos ver que el dato para argentina da 52 mil millones de dólares, aunque para Brasil da tan solo mil doscientos. Evidentemente el mundo según Cristina es demasiado feliz.

Para ejemplificar lo que significa manejar los números de la manera que lo hace nuestra presidente y sus asesores, recurriré a un ejemplo sencillo de la cotidianeidad de nuestras vidas. Imaginemos a Rodrigo, un joven de mediana edad que observa los efectos del invierno en su abdomen prominente y decide ir a un gimnasio con la intención de verse bien en este verano que se avecina. El dueño del gimnasio y a sabiendas de la competitividad de los hombres por levantar más y más peso decide, para incrementar su clientela, cambiar los números de las pesas.

Así, los discos que pesan 5 kilogramos los denomina con una inscripción que dice 10 Kgs, a los de 10 con 20 y así para todos los pesos del gimnasio. De ésta forma y al poco tiempo de comenzado el trabajo, Rodrigo encontrará rápidamente que levanta pesos insospechados, se siente fuerte y adentro del gimnasio todo es alegría y vigor; las personas levantan cientos de kilogramos y se van de allí satisfechas a sus hogares.

Pero como la vida no se reduce a un entorno cerrado y simulado en una forma tan acotada y predecible, tarde o temprano llegará el momento en que Rodrigo irá, por caso, a un cumpleaños. Charlando con amigos decide contar que en el gimnasio levanta ciento cincuenta kilogramos en el ejercicio de pecho. Sorprendidos al principio y observando la simetría de su cuerpo, sus amigos descreerán de la afirmación y, con cierta dosis de jactancia, transformarán a nuestro entrañable Rodrigo en el hazmerreír del cumpleaños. Sin embargo, hastiado y con la fuerza del convencimiento, Rodrigo se empuja a redoblar la apuesta. Propone entonces para ir al día siguiente al gimnasio que designen para demostrar su fuerza efectiva.

Llegado el momento colocan sobre sus brazos el rigor de ciento cincuenta VERDADEROS KILOGRAMOS de puro hierro. A sabiendas de la imposibilidad de Rodrigo y “conociendo el paño”, cuidan de no soltar todo el peso sobre la humanidad del entrañable proyecto de atleta, lo hacen lentamente y ven como su cara comienza a emanar gestos de un esfuerzo inconmensurable, cambia la tonalidad del color de la piel a la vez que denota cierta desdicha y desilusión en el movimiento de sus cejas y su frente.

Luego de unos minutos y en medio de intercambios para atemperar el desasosiego de Rodrigo, quitan peso y dejan la barra con 75 kilogramos. Rodrigo se entrega a un nuevo esfuerzo y ve que ahora si, su fuerza se corresponde con el movimiento.

Terminada la experiencia entonces, Rodrigo indica que había sido instruido con otros pesos y otros parámetros, a lo que sus amigos responden que los pesos eran los mismos que aquí cuando elevó el hierro puro, que eso no había cambiado a términos de la física, sino que el dueño del gimnasio a donde había desarrollado su entrenamiento era un mentiroso; que un kilo es eso que tanto le costó aquí y no aquello otro que tan poco sintió allí. Terminan la experiencia de luz que el encuentro permitió con una frase y una amigable palmada de hombro; “Bienvenido a la realidad…”.

Hoy en Argentina los trabajadores están sufriendo el efecto Rodrigo aunque aún no lo han percibido con la contundencia del ejemplo. El dueño del gimnasio (o mejor dicho la dueña) comienza a necesitar cerrar libertades para evitar la socialización y el intercambio económico individual de sus dirigidos con el resto del mundo. Paralelamente, pretende indicar a otros gimnasios que el concepto de peso -la denominación kilogramo-, no es el que a lo largo del tiempo han creído que era y que, en definitiva, todo esto es una construcción fruto de negociaciones y pujas sociopolíticas. Olvida la representación de la producción que tales números conllevan en sí mismos, la cantidad de peso en bienes y servicios que un billete puede levantar y que depende directamente de la productividad del trabajo y del fondo de trabajo acumulado y acumulable de una economía; SU FUERZA.

A diferencia del entrañable Rodrigo nuestra presidente y sus asesores no se atreven a probar sus postulados con el rigor de la experiencia, y es por eso que desdeñan y evitan ser preguntados; se saben interpelados. Saben más que ninguno de nosotros que, a ciencia cierta y con el peso adecuado, la economía argentina mostrará su fuerza como Rodrigo con ciento cincuenta kilogramos en sus frágiles brazos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Felicitaciones, probablemente lo mejor que he leído en los últimos tiempos sobre este tema. La claridad y lo bien puesto de los ejemplos muestra que hay un manejo claro de los conceptos económicos en este tema. Una pregunta, ¿Como contestarías a los informes que indican que a paridad de poder de compra los salarios argentinos son los más altos de la región?

Jorge Cerrigone Lloyd dijo...

La paridad de poder de compra esconde algunas cosas que en esos informes no se incorporan. Gran parte de los precios de los bienes y servicios que esos salarios pueden comprar se encuentran subsidiados en un porcentaje nada despreciable. Por otro lado habría que ponderar también el efecto del sector externo y su incremento en volumen dada la dotación de factores de cada una de las economía comparadas. En este sentido Argentina es entre ellas la que más proporción de tierras rentables tienen en cuanto a trabajo disponible. Si sobre esto pensamos que el precio de algunos de sus commodities se multiplicó por 6 en los últimos años -soja de 120 dólares a 640- y si simetralizamos ese volumen en los agregados descontando subsidios, como Rodrigo en el ejemplo, veremos que los salarios entran en una ponderación de doble vía. Por un lado cae su poder de compra ante la suba de precios que supliría la quita de subsidios. Por otro su incremento relativo es menor que el incremento potencial dados los precios internacionales de exportación y su concomitante valorización vía moneda fuerte, la cual al estar controlada permanece envilecida, haciendo envilecer el poder del salario. Más claro, el salario argentino debería estar más alto aún en términos reales en este segundo punto. Espero haber sido claro en esta respuesta. Saludos y muchas gracias por tu apreciación.