Porque el saber no se obtiene buscando un conocimiento completo, sino captando nuestra ignorancia adecuada.
martes, 1 de marzo de 2016
Teoría del derrame y cerdos capitalistas.
Cuando el crítico ocasional ataca la mirada económica que se basa en la productividad y su mejora continua -parándose en la mala traducción que se hizo de Adam Smith y que se conoce como “teoría del derrame”-, en su cabeza reverbera la imagen de un cerdo con frac y sombrero de copa, masticando un habano al tiempo que deja caer "spumante" en la parte superior de una torre de copas, las cuales se van llenando hasta rebalsar; y lo percibe sonriendo socarronamente mientras vierte la fina bebida. La preconcebida escena culmina cuando más y más cerdos se acercan al festín agarrando las copas superiores que se han llenado, sin siquiera percibir las inferiores que han quedado vacías.
Así, indignado, traslada la fantástica escena que habitó su imaginación, y la transforma en dictamen de conclusión y sentencia para hablar de políticas públicas. Repetirá hasta el hartazgo que los cerdos no deberían brindar, las copas no deberían llenarse de arriba abajo, sino al revés, y esos fastuosos brindis deberían ser obligatorios para la participación de todos los miembros de la sociedad.
El crítico ocasional no se pone a pensar cómo fue que se dio el proceso que permitió a los más desposeídos que ayer solo estaban a tiro de una cueva o, un poco más cercano en el tiempo, algo de cartón y telas para protegerse de la naturaleza; hoy puedan alcanzar el umbral de acceso a materiales como cemento, hierro, chapas, instalación eléctrica y algunos artefactos domésticos (sean éstos comprados de primera mano cuanto que también de segunda o tercera). Tampoco se detuvo a pensar cómo fue el desarrollo del proceso que gestó las condiciones para que una persona ayer olvidada y a merced de la caridad, hoy pueda acceder a un set de artefactos y herramientas con los cuales, mediando solo un poco de ingenio, podría permitirse ofrecer una solución en su medio por la cual poder recibir un pago. Y así hay infinidad de ejemplos.
¿Pensará este apresurado y denunciante analista que es precisamente el proceso de creación humana y el constante avance de la productividad lo que hace posible este cambio cualitativo, y que pretender revertir el sentido del mismo es obturar el proceso de creatividad dejando a todos sin posibilidad alguna de continuar creando, gestando las condiciones de retorno a la cueva, las telas y los cartones?
Claro, siempre es más rápido intelectualmente –para generar un golpe de efecto de corto plazo en medio de malas interpretaciones del proceso económico-, pensar que esos elementos no son más que gotas en la increíble ganancia de la cual “los de arriba” se apropian, antes de comprender los principios que hacen que más tarde o más temprano los elementos que hoy solo son posibles para muy pocos, mañana serán posibles para todos.
Cuando te hablen de la “teoría del derrame” como una falacia, solo tenes que pensar que vos y yo -que no somos más que un par de personas comunes-, hoy vivimos decenas de veces mejor de lo que lo hacía ayer, por caso, Nathan Rothschild. El cual perteneciendo a lo más opulento y poderoso de Europa, promediando el siglo XIX no pudo evitar que un forúnculo apague su vida.
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