No tengo ningún problema con los evangelistas, no me obligan a financiarlos mediante mis impuestos, si vienen a mi puerta y les digo que no me interesa su propuesta, no me persiguen. Tampoco me señalan por la calle por no ser evangelista ni nada por el estilo. No voy a entrar en un dilema interreligioso porque tampoco me considero lo suficientemente comprometido con el catolicismo como para ponerme a criticar desde ese lugar al evangelismo (fui bautizado, hice catecismo, llegué a ser monaguillo pero hace décadas que no voy a misa). Lo que sí, observo, es que hay curas católicos que viven de mi trabajo, siendo más distante y borrosa la relación de transferencia entre mi trabajo y el ingreso de un pastor evangelista -por no decir nula-. Ahora bien, dicho esto ahora va la segunda y atañe a esta señora, en especial sobre eso de la pudrición de cabezas y peligros posibles (con algunas apostillas de obligatoriedades institucionalizadas).
Es llamativo que Hebe de Bonafini acuse de pudrición de cabezas a los evangelistas. Si hubo algo que distinguió el peregrinaje de Hebe de Bonafini en esta vida fue el hecho de pudrir cabezas, comenzando por la de sus hijos y finalizando por la institucionalización de su podredumbre. La pudrición que transfirió desde su seno materno empujó a la desaparición de dos de sus retoños, hecho que la catapultó a la fama política como portadora del sufrimiento adecuado para iniciar el reclamo "justo". Elementos con los que abrió las puertas a la circunstancia política adecuada para amplificar su capacidad de pudrición más allá de núcleo familiar. Y así sucedió.
Esta madre trunca no solo se dedicó a dar vueltas como en una calesita cada jueves en Plaza de Mayo, cubriendo su cabeza con un pañuelo blanco para llamar nuestra atención y dar el primer paso para desguarnecernos (nada mejor que el dolor y la conmiseración para abrir por completo la vulnerabilidad de los otros). De esta manera se fue apropiando de lugares de poder público que manipuló e hizo útiles para crear reglamentaciones como reaseguro para una pudrición forzada ante espíritus fuertes no fáciles de pudrir; una especie de vacuna de podredumbre.
Hoy prácticamente estamos obligados por ley a repetir los cuentos que esta gente recita como un mantra. Y no solo eso, sino hasta los protocolos para ponernos en pose para sollozar y recibir el título de "personas sensibles y comprometidas". No obstante eso, esta manipuladora atormentada aprovechó su avance para gestionar económicamente su posición, beneficiándose en cientos de millones de dólares con los cuales financió sus instituciones para "educar" a la gente (educar es una forma de decir, puesto que esa letrina que es la "Universidad de las Madres" se dedica a adoctrinar en el relato más arriba esbozado). Y todo ese financiamiento, absolutamente todo, pagado por vos y por mi. Dicho sea de paso, también hay causas en la justicia por cientos de millones de dólares que esta señora aún no explica a donde fueron a parar.
Esta mujer es todo lo que está mal y de alguna manera la hemos certificado como todo lo que está bien. Es así como avanzó esta verdadera putrefacción: Hebe de Bonafini ha sido a lo largo de su vida no más que una boletera de tren fantasma que posó de importante inventando una aureola de pureza por su condición de madre de desaparecidos (tapando siempre su responsabilidad en tal circunstancia). Una señora de una humanidad execrable que a partir de un dolor politizado institucionalizó la transferencia de su basura mental. Algo que solo en sociedades muy hipócritas y miserables se manifiesta posible y persistente en el tiempo como con ella ha sucedido en Argentina.
Hebe de Bonafini ES LA PUDRICIÓN MISMA, por eso ve pudrición por todos lados. No lo olviden.