Finalmente mis manos habían vuelto a su lugar...
Porque el saber no se obtiene buscando un conocimiento completo, sino captando nuestra ignorancia adecuada.
sábado, 31 de octubre de 2009
Pensamiento crítico Latinoamericano...
Finalmente mis manos habían vuelto a su lugar...
martes, 27 de octubre de 2009
Impuestos
El Estado no brinda información detallada y accesible al momento de rendir cuentas de qué hace con nuestros impuestos. Peor aún, cuando obtenemos esa información en general es gracias a que trasciende algún caso escandaloso de utilización de los fondos públicos. |
El presidente de Aerolíneas Argentinas está metido en medio de un escándalo por haber utilizado un avión de la empresa estatal que preside, para ir a ver a Uruguay a la selección argentina. Recordemos que la compañía aérea tiene abultadas pérdidas y es financiada por los contribuyentes.
El matrimonio usa los aviones que todos pagamos con nuestros impuestos para ir a pasar el fin de semana a El Calafate. Algún avión de la flota, que todos mantenemos con los impuestos que pagamos, va a buscar a la hija del matrimonio como si se tratara de un auto de la remisería de la otra cuadra.
Al hijo de un piquetero adicto al oficialismo, que trabajaba en alguna repartición estatal (es decir cobraba su sueldo con los impuestos que pagamos) lo detuvo la policía con una camioneta, que también sería del Estado, cargada con marihuana. Camioneta que, también, funciona con los impuestos que pagamos.
Milagro Sala, que comanda el movimiento “social” Tupac Amarú, recibe fondos del Estado Nacional, que son fondos financiados con nuestros impuestos. Su organización agredió físicamente al presidente de la UCR, Gerardo Morales.
Néstor Kirchner utiliza la Quinta de Olivos, que todos mantenemos con nuestros impuestos, como si fuera una unidad básica desde la cual reparte órdenes.
Seguramente los lectores podrán ayudarme a hacer más largo este listado. Pero con estos datos es suficiente para advertir que los argentinos estamos siendo esquilmados impositivamente para financiar gastos que no tenemos por qué bancar.
En la Argentina que estamos viviendo, un inspector de la AFIP puede pedirnos información privada con el argumento de que tiene que controlar el pago de nuestros impuestos. Esa información, que solo un juez, y bajo fundamento, solo podría pedirnos, es accesible a cualquier funcionario del ente recaudador. Los argentinos tenemos que explicarle detalladamente al Estado cuánto ganamos y en qué gastamos porque así lo manda la ley. Sin embargo, el Estado no brinda la misma información al momento de rendir cuenta de qué hace con nuestros impuestos. Y encima de no brindarnos la información, todo el tiempo surgen casos escandalosos del uso de nuestros impuestos. Unos se van a ver la selección en un avión del Estado, los otros mandan otro avión a buscar a la hija como si estuvieran llamando un taxi, los otros viven de nuestros impuestos y se organizan como sociedades mafiosas tras el telón de organizaciones sociales y la historia sigue.
Seguramente a los Kirchner no les pasará, pero al común de los mortales que vivimos en Argentina nos cuesta mucho trabajo ganarnos la vida para que, encima, nos maten con impuestos para financiar este tipo de comportamientos escandalosos. No solo el matrimonio está destruyendo la economía, lo cual hace más complicado ganarse el sustento diario, sino que, encima, nos agobia con impuestos para utilizarlos de esta manera que supera los límites de la moral y el respeto al trabajo de la población.
El debate de cuál debe ser una carga tributaria aceptable está ligado a las funciones que debe realizar el Estado. Sobre este último punto también hay debates. ¿Debe el Estado redistribuir el ingreso, otorgar subsidios, tener empresas estatales, llenarse de burócratas innecesarios, etc.? Dependiendo del tamaño del Estado, será la carga tributaria que deberá soportar el contribuyente. Pero digamos que lo podemos aceptar como cierto grado de discusión racional sobre la cantidad de empleados públicos, empresas estatales o subsidios que puede tener y repartir el Estado. Sin embargo, una cosa muy diferente es que el Estado, utilizando el monopolio de la fuerza que le delegamos, nos trate como esclavos para que trabajemos, paguemos impuestos y después ellos usen los bienes del Estado como si fueran activos que pertenecieran a su patrimonio. El escándalo que generó la compra del Tango 01 en los 90, era como comprar un barrilete en comparación a la flota de aviones y helicópteros que tiene el matrimonio a su disposición.
El ex presidente Fernando de la Rúa irá a juicio por la famosa “BANELCO” con la cual, supuestamente, se compraron votos para obtener una ley en el Congreso. Legisladores que se dieron vuelta con la Ley de Medios han confesado, en algunos casos, que lo hicieron para que sus provincias pudieran resolver sus problemas financieros. ¿Qué diferencia de fondo hay entre el caso de la “BANELCO” y el mecanismo de apriete a las provincias para que sus legisladores voten a favor las leyes que desea el Gobierno?
Pero si todo esto es grave, mucho más grave es que los contribuyentes tengamos que darle una buena parte del fruto de nuestro trabajo a un Estado que luego financia a grupos violentos. ¿Qué derecho tienen los gobernantes de quitarnos el fruto de nuestro trabajo para luego dárselo a quienes nos van a agredir físicamente?
¿Acaso Luis D’Elía y el líder del violento movimiento Quebracho no defendieron públicamente a Milagro Sala, cuyo “movimiento social” agredió a Morales? ¿Qué funcionario público se encargó de quitarle inmediatamente al movimiento Tupac Amarú los fondos que recibe? ¿Acaso el Gobierno es cómplice de estas agresiones que no le quita de inmediato el subsidio que recibe por el comportamiento que tuvieron? ¿Puede el Estado exigirnos que paguemos impuestos para financiar a grupos que, disfrazados de movimientos sociales, utilizan la violencia y la intimidación, financiados con nuestros impuestos, para agredir a quienes no piensan como el gobierno de turno?
Como decía antes, el tamaño del Estado y las funciones que puede tener o no, puede ser parte de un debate de políticas públicas dentro de un marco civilizado. En consecuencia, el debate posterior es quién tiene que cargar con el costo de un Estado más grande. Pero muy distinto es cuando entramos en otro terreno de discusión: ¿tiene derecho el Estado a cobrar impuestos para que uno transporte marihuana en camionetas de reparticiones públicas, el otro financie grupos de choque contra la población, un tercero se vaya en avión a ver a la selección y el matrimonio use los aviones para fines personales sin ningún tipo de límites?
En estos casos de uso del los fondos públicos para beneficio personal del los funcionarios de turno ya no estamos hablando de políticas públicas, estamos hablando de la peor opresión que pudieron ejercer los monarcas más feroces contra su población para disfrutar de sus fiestas de palacio o emprender costosas guerras para ampliar sus dominios.
En la Argentina pagamos impuestos para tener seguridad y el delito crece constantemente. Pagamos impuestos para tener defensa y nuestras Fuerzas Armadas son fuerzas desarmadas. Pagamos impuestos para tener educación y esta brilla por su ausencia. Lo único que sobresale en educación estatal es que algunos alumnos del Nacional Buenos Aires se les ocurre tomar el Colegio por la huelga de Kraft. En definitiva, el Estado nos acosa con impuestos que lejos parecen estar de financiar un Estado democrático y republicano. Ni siquiera financian al llamado estado de bienestar. Más bien somos algo parecido a un sistema de esclavitud por el cual tenemos que producir y pagar impuestos para satisfacer los lujos del matrimonio reinante, darle caja para acumular poder y, encima, mantener a quienes querrán literalmente partirnos la cabeza el día que la gente se canse de ser atropellada.
Insisto: esto ya no es un debate de políticas públicas en que se define el monto de impuestos y tipo de impuestos necesarios para financiar las actividades del Estado. Este es un debate propio de las monarquías absolutistas que funcionaban antes de que comenzara a regir el sistema de la democracia republicana, cuando los reyes expoliaban a la población para darse la gran vida y financiar a los ejércitos que oprimían a la población. © www.economiaparatodos.com.ar
jueves, 22 de octubre de 2009
Argentina hoy para la Argentina del mañana
sábado, 10 de octubre de 2009
Cuba y su bloqueo comercial
El bloqueo
Por José García Domínguez
La culpa es del bloqueo. En 1959, Cuba ocupaba el tercer lugar por nivel de vida entre todos los países de América Latina, sólo por detrás de Uruguay y Chile. Hoy, el salario medio de un cubano, 9´4 dólares, llega justo para comprar un kilo de carne -8´65 dólares-. Los jubilados pueden conseguir cuatro filetes al mes, eso sí, a condición de que estén dispuestos a invertir en ellos el importe íntegro de su pensión de cuatro dólares. En 1959, el número estimado de prostitutas en La Habana era de 11.500; hoy, por vergüenza, nadie quiere repetir el cálculo. Pero la culpa es del bloqueo. La mitad de los edificios de la capital serían declarados en ruinas si se siguieran los parámetros que fijan los manuales de arquitectura; en todas las viviendas de la ciudad hay grifos, pero sólo algunas –menos de la mitad- disponen de servicio de agua corriente todos los días, las otras no. Si sus dueños quieren alquilar una de sus habitaciones a algún turista, deben pagar un impuesto de 250 dólares; los que tratan de eludirlo, se enfrentan a una multa de 1.800 dólares. Si alguien pretende poner unas mesas y unas sillas para ofrecer bebida o comida a esos visitantes, tiene que disponer antes de los 850 dólares en efectivo del impuesto que le exigirá el Estado para concederle la licencia. Ya se sabe, el bloqueo.
Si se tienen dólares, en la Isla se puede comprar cualquier cosa que se desee. Pero los empleados del Estado cobran en pesos, no en dólares. Y el noventa y ocho por ciento de los cubanos que viven en la Isla son empleados del Estado. Sólo las empresas extranjeras pagan a sus empleados en dólares, pero el Gobierno confisca sus nóminas. Cada fin de mes, esos trabajadores reciben el equivalente en pesos. Al cambio oficial. En las tiendas del Estado se puede comprar cualquier cosa con dólares, pero el Estado cierra casi todas las vías para que la población pueda disponer de dólares. Casi todas. Y fuera de esas tiendas, no se puede encontrar casi nada. Es la economía política del Estado jinetero: convertir al Gobierno en el mayor proxeneta de un país. Pero es por el bloqueo.
Castro necesita dólares para combatir el bloqueo. Da igual de donde salgan. Tres cuartas partes de la deuda externa han vencido, y no se ha pagado. Por eso permite que los gusanos envíen millones cada año desde Estados Unidos a los familiares que él tiene secuestrados. Pero necesita más. Otro anti imperialista, Chávez, le regaló hace poco (en teoría, tiene que pagar dentro de veinte años) dos mil quinientos millones de dólares en petróleo, y él lo ha revendido en el mercado internacional de contrabando. Pero no es suficiente. Por eso dejó de pagar la parte del crudo que sí le cobra su amigo. Cuando lo supo el director general de Petróleo de Venezuela, quiso dejarlo sin suministro; cuando lo supo Chávez, dejó sin empleo al director general de Petróleo de Venezuela. Las cartillas de racionamiento de la población ya sólo dan para una semana. De cada cien habitantes, veinte han conseguido huir; los otros no. Hace dos semanas, tres negros quisieron marcharse y Castro los mató. El bloqueo.
Porque la miseria material y moral en la que está hundida Cuba no tiene nada que ver con el socialismo. Como tampoco la ideología socialista tuvo relación alguna con la miseria material y moral que enfangó a la Europa que quedó atrapada tras el Muro de Berlín. Igual que ni uno sólo de los cadáveres de los cien millones de trabajadores que fueron asesinados por los regímenes socialistas puede proyectar la menor sombra de duda sobre la superioridad ética del socialismo. Y mucho menos los de esos tres negros. Por eso Saramago puede criticar a Castro sin dejar de tener un alto concepto de sí mismo. Por eso la parte decente de los intelectuales de la izquierda española se atreve, incluso, a susurrar Abajo Castro; pero nunca podría gritar Abajo el comunismo. Porque la culpa puede ser de Castro. Y si no fuera de Castro, sería de Partido. Y si no fuera del Partido, sería de Stalin. Y si no fuera de Stalin, sería de Lenin. Y si no fuera de Lenin, sería de las condiciones objetivas. O del bloqueo. Pero nunca del socialismo.
Para nuestra izquierda, los datos económicos de todas las experiencias socialistas no tienen ninguna importancia. No prueban nada. Los campos de concentración y los cadáveres, tampoco. De hecho, para la izquierda la realidad no importa. Los actos son prescindibles, contextualizables, irrelevantes. Lo único que importa son las intenciones.
Ibarretxe y Arzalluz se pueden abrazar ahora a los comunistas cubanos porque son de los que creen que si se entra en una librería se está obligado a comprar. Y por eso aún no se han enterado de que Marx publicó y aplaudió en la revista que dirigía, la Neue Rheinische Zeitung, un artículo de Engels en el que proponía que se exterminase a los vascos, entre otras minorías culturales europeas. Los lectores cándidos de El País y Le Monde diplomatique podrán acabar sus días creyendo que el embargo económico que decretó Estados Unidos contra la dictadura cubana es cualquier cosa menos lo que es: la determinación de Norteamérica de no comprar ni vender nada a ese régimen. Pero los políticos y los intelectuales de la izquierda conocen perfectamente la realidad de Cuba. La han conocido siempre. Y, pese a eso, no les importará volver a dejarse fotografiar cientos de veces, como en las manifestaciones a favor de Sadam Husein, sonriendo ante la efigie de Ernesto Guevara. Lo harán porque Guevara era puro y despreciaba el dinero. Lo despreciaba tanto que prefirió seguir siendo toda su vida un analfabeto económico y no estudiar los rudimentos más elementales de esa ciencia lúgubre. Su ignorancia llevó al desastre al Banco de Cuba cuando lo presidió. Pero era tan puro que, al fundar el primer campo de concentración de la Isla, no discriminó jamás entre blancos y negros a la hora de llenarlo de inquilinos. Murió joven y quería crear al hombre nuevo. Lo quería sinceramente. Puede que fuese un idiota moral, pero sus intenciones eran buenas. Mató a muchos, y también él hubiera asesinado a esos tres chicos que querían marcharse. Pero creía sinceramente en la causa. Y para los progresistas eso es lo que importa, lo único que importa. Ese es su bloqueo, de la izquierda; el único que ha padecido y seguirá padeciendo Cuba
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http://www.liberalismo.org/articulo/134/17/bloqueo/