Últimamente he recibido algunos retos de colegas y amigos cada vez que critico el concepto de "empatía social" y "empatía de clase", suelen señalarme indicando que soy "un insensible". Pues bien, les he contestado que es precisamente todo lo contrario. Cuando critico esas palabras (que hoy parecen slogans) doy por sentado que ya no se pone en tela de juicio el rol de la función pública o privada en términos de apoyo hacia personas que, por diversas circunstancias, están en condición de vulnerabilidad. Es correcto que quienes están en esa situación obtengan asistencia y "empatía". Sin embargo lo más importante para efectivizar el fruto de esa sensible mirada es la Ley, la Constitución y el Derecho, no la empatía en sí. Cuidado con repetir mucho eso de "la empatía" y olvidar esas tres categorías mencionadas, porque podemos terminar condenando a las personas que requieren y necesitan de nuestra asistencia, a quedar sin protección, sin ley y sin derechos y solo expuestas a "nuestra mirada empática". Y eso puede decantar en una especie de sublimación snob parada en una supuesta bondad propia que no es más que una pose (como ya parece estar sucediendo).
Cuando critico a quienes piden empatía cada dos frases, me refiero al tipo de personas que a continuación describo:
Apunto a personas que EXIGEN empatía para sí y para otras -generalmente parte de un colectivo cerrado o levemente ampliado- y no sufren ninguna desventaja objetiva como para sustentar tal exigencia. Siendo además las primeras en descalificar al resto cuando no se cumplen sus caprichos.
Me refiero a personas que, por caso, NO EXIGEN EMPATÍA para con un venezolano que vino con una mano atrás y otra adelante y fue asaltado mientras trabajaba con su bicicleta entregándole a deshoras la cerveza que consumen.
Me refiero a esas personas que EXIGEN EMPATÍA pero estudian y no pagan por sus estudios, viven en un departamento financiado por papá y mama, meten dos materias al año -con suerte- y detestan los principios con los cuales papá y mamá consiguen los recursos para bancarlos.
Me refiero a quienes odian el trabajo por considerarlo una categoría "burguesa" y por lo único que mueven sus capacidades es para ir a manifestaciones y jornadas que van desde la celebración del aniversario de la revolución cubana hasta "jornadas de reflexión del mayo francés".
En definitiva, me refiero a esa gente que usando la palabra "empatía" cada dos frases y teniéndolo todo a su alcance portando la capacidad plena de sus funciones, producen menos que quienes deben desarrollar su vida sentados en una silla de ruedas y que de hecho producen más.
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