Porque el saber no se obtiene buscando un conocimiento completo, sino captando nuestra ignorancia adecuada.
sábado, 14 de marzo de 2015
Noam Chomsky en Argentina.
Noam Chomsky pasó por argentina y dejó una frase alarmante: ve a la humanidad "al borde del precipicio". Es lógico.
La humanidad está a muy poco de completar el proceso de interconexión global que comenzó -probablemente-, hace miles de años. En poco tiempo más no habrá un ser humano en el planeta que no esté, potencialmente, conectado con el resto de la humanidad en tiempo real (luego dependerá de cada uno qué posibilidades desarrollará con ese potencial ahí disponible y sobre la base de la capacidad de su descubrimiento en forma espontánea).
Como el señor Chomsky forma parte de esos espíritus serviles a formas de gobierno arcaicas y rígidas formas de pensar la organización humana -como el verticalista y digitado sistema socialista que parte desde las cabezas de supuestos intelectuales aptos para organizar a la humanidad en su búsqueda de igualdad y justicia, bajando hasta lo más llano para digitar las voluntades y posibilidades del último ser humano atado al organigrama-, ve, intuye que esa interconexión hará dificultosa la propaganda de Estado y la digitación completa de los parámetros que acostumbra a manejar. Intuye que ese avance inevitable de la humanidad -que hoy suele definirse con la mirada de la cibernética-, potenciará un beneficioso -y virtuoso- camino a la libertad individual. Mal que le pese.
Es por esto que el señor Chomsky cree que la humanidad está por dar "un salto al vacío". Y justifica su conclusión -como también es lógico en intelectuales de su corte-, elevando el grito de acusación señalando las injusticias de la guerra (proceso horrendo que ha existido desde que la humanidad es humanidad), por los riesgos del daño medioambiental -proceso similar al anterior hoy con muy buen posicionamiento de márketing político en las líneas de su ideología gracias a los nuevos formatos de interconexión -. Y, finalmente, para sellar su justificación de postura -ya seguro de haber hipnotizado a su público con esas altisonantes denuncias-, pone la frutilla del postre lingüístico que trae desde Estados Unidos acusando a los poderosos que están escondidos sin que los percibamos, haciéndonos daño, empobreciéndonos, atontándonos con fetiches lobotómicos con los cuales quedamos tarareando estupideces mientras nos chupan la sangre una y otra vez.
Y una vez más...
Una vez más el señor Chomsky viene a pegarnos el cachetazo adecuado para que despertemos de esa larga ensoñación a la que "los neoliberales" nos han empujado. Viene a quitarnos de encima esa máquina abstracta con la cual los malos nos brindan tranquilidad para succionar nuestras virtudes y dejarnos a merced de nuestras propias idioteces: Chomsky ha venido a correr el telón, a descubrirnos LA VERDAD.
Sí, pasó Noam Chomsky por Argentina y no podía haber disertado en otro lugar que no sea un recinto llamado Paco Urondo, en la Universidad de Buenos Aires. Y me ha dejado una pregunta.
¿Realmente vino a quitarnos las vendas y a despertarnos de un gran letargo? ¿O ha venido para apuntalar nuestro atontamiento?
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