Nos dice la real academia española, entre una decena de definiciones, que el concepto de superficie es: “el límite o término de un cuerpo, que lo separa y distingue de lo que no es él”.
Nada mejor entonces que trazar un intento por separar, a partir de ella, algunos límites y distinciones que crudamente emanaron con los trágicos acontecimientos de los últimos días.
Se nos ha indicado desde la más alta esfera del dominio público, que la diferencia en las superficies fueron las que generaron un efecto “palangana” –inevitable-, que transformó a los barrios en meras piletas con correntadas naturales. Sin embargo, es una definición que se queda en la superficie; si, es superficial. Hace miles de años que el ser humano ha descubierto la manera física de controlar este tipo de desfases, y hace cientos de años que las sociedades abocadas pueden desarrollar sus metas, metros y metros debajo del nivel del mar y a sus orillas. Con parte de la superficie del gasto improductivo que hoy realiza el erario público en montar shows y vehiculizar slogans de campaña, se tienen los recursos para contratar especialistas –por caso holandeses- que pueden efectivamente trazar un planeamiento definitivo para este tipo de problemas; las palanganas son para los pies, señora presidente, no para la cabeza.
Hemos visto salir a la superficie, una vez más, la increíble capacidad de respuesta de un pueblo solidario que, sin embargo, parece poseer un cuerpo anestesiado cuando el desafío requiere un compromiso público por prevenir y no, curar.
Hemos visto salir a la superficie, una vez más, la militancia política en el extremo de una agenda que la requirió comprometida y completa. Sin embargo, tal superficialidad mostró un cuerpo aglutinado en un objetivo que no pareció ser la ayuda al desposeído, sino el puntal necesario para evitar un desmoronamiento en la legitimación con la cual regula sus derechos de poder, la captación de voluntades y, por supuesto, el voto. La Cámpora preparó logísticamente, con anterioridad a la prosecución de lograr cualquier tipo de donativos, un set de cientos de pecheras y remeras con la cual podrían ser distinguidos nítidamente y así diferenciarse del resto de la ciudadanía de a pie: excelente ejemplo para pensar cual era la agenda de prioridades de este grupo en aquellas primeras horas; ¿Un grupo de ayuda o antes bien, uno de autoayuda? ¿Qué nos está diciendo la superficie de esas pecheras sobre el compromiso que ellas supuestamente conllevan?
También hubo una paradoja en esas horas, el cuerpo inevitable de la masa de agua que crecía, trasladaba en su superficie la chispa necesaria para generar un fuego imparable aquella primera noche. La planta de YPF Ensenada detonó una explosión incontrolable desde las 20 horas del día martes hasta la madrugada del miércoles. Según pudo saberse, había explotado una sub planta interna denominada como “el coque”, un horno en donde se queman a alta temperatura residuos de producción. Lo que también se sabe, es que al no drenar correspondientemente el agua por las canaletas (las cuales poseen vertientes de combustible y residuos de alta combustión) ésta comenzó a subir, elevando así el nivel de estos fluidos más livianos, acercando la inevitable combustión que significó el contacto de éstos con la temperatura del horno. La tragedia en vidas humanas pudo soslayarse mediante el protocolo previo que detectó la inevitable ignición que sobrevendría; la evacuación fue realizada como corresponde y el fuego sofocado a las horas tal como estaba previsto. Sin embargo, no se ha mencionado lo que en lo profundo de tal superficialidad se dice. Hubo bombas de desagote que no funcionaron a causa de un corte de luz, energía que no fue reemplazada por grupo electrógeno alguno que pudiera suplir esta falla. También se dice que en los últimos meses las tareas de mantenimiento de la planta no son tan regulares y eficientes como las emprendidas en la gestión anterior a la re estatización y que los canales de fluidos estaban con residuos más allá de los normales. A quienes dicen esto por lo bajo se los trata de superficiales, aunque la explosión allí se hizo presente, mostrando la emanación de un cuerpo que tiene síntomas de vejez; parece ser que el coque que explotó tenía más de 50 años de vida.
La superficie de nuestras ciudades parece ser la arena en donde pujan las diferentes facciones políticas por mostrase comprometidas con la ciudadanía. Así, asistimos a un sinfín de proyectos de urbanización de villas, planeamiento vehicular, mejoramiento de plazas, regulación y reglamentación de estéticas históricas, pinturas alegóricas y demás erogaciones cortoplacistas y efectistas. Pero el cuerpo de las mismas muestra todos los síntomas de haber ya fenecido. Lo que no podemos ver de ellas es un entramado de apolillados ductos que no pueden trasladar ni el caudal de líquido del 40% de los baños si se los utiliza al mismo tiempo. Los suelos parecen descalzarse estructuralmente de los cimientos y el avance de obras hace que otras ya construidas comiencen a resquebrajarse; no solo el agua parece amenazar hoy nuestras vidas, sino también una viga que cae del cielo, una pared medianera o un edificio entero. También podemos ver cableados que cruzan las calles de forma irregular y sin previsión de planeamiento alguno, sin mencionar los protocolos de seguridad, que parecen inexistentes; la electricidad también nos puede matar en forma imprevista.
La clase política permanece hoy entretenida entre maquillajes y perfumes, mostrando abiertamente su desdén por la forma y el volumen. Patinan en una superficie sin advertir que ésta es solo una costra que ya no refleja proporción alguna con el cuerpo inerte que desde hace años contiene y, a pesar de los síntomas de aviso, han redoblado la apuesta por mantener una apariencia sólida y viva, como contenedora de una esencia licuada y muerta. La solución propuesta en las últimas horas profundiza el modelo: cambiar de maquillaje y de esencias, para continuar mostrando rosado y aromático, un cadáver cada vez más blanco y fétido; el cuerpo burocrático de un modelo político que ha fenecido en todas sus formas y dependencias, sean éstas nacionales, provinciales o municipales.
Es claro que el corto plazo ha envilecido a estos personeros del voto, y es claro también que no están dispuestos a trabajar con nuestros recursos allí donde nadie o muy pocos pueden ver los resultados. Que llueva y no se inunde el barrio, es algo que rápidamente se naturaliza y nada aporta en la decisión del votante. Que venga el tren a horario y no posea desperfectos va en el mismo sentido, al igual que una ruta en perfecto estado y la inexistencia de cortes en los servicios de luz, gas y telecomunicaciones; ¿Acaso conocen a alguien que luego de años de funcionamiento ideal de todos esos sectores, pueda indicar que está feliz y lo suficientemente satisfecho para entregar su voto a esa gestión que no lo brindó felicidad explícita e inmediata sino la comodidad acostumbrada?
En cambio, si cada uno de esos servicios esenciales falla, se activan todos los mecanismos para mostrar en nuestras caras, cuan buenos y altruistas son los burócratas que acuden en nuestra ayuda por un problema que “ha caído del cielo”, procurando mediante sus vilezas y contrapuntos -convenientemente mediatizados-, que no advirtamos que los mismos no vienen del cielo, sino de las entrañas estructurales que muestran la organización de nuestra sociedad. Característica de la cual estos burócratas son antes causa que consecuencia.
Si has llegado hasta aquí leyendo, entonces debes recordar que ya no queda nada de la superficie, y deberás aprender a vivir a merced de la estadística, los grandes números y la suerte. Ten siempre a mano un protocolo, observa cada uno de los lugares que visitas; sus escapes, aperturas y cierres. Discrimina los lugares donde dejas tu automóvil –un árbol puede caerte encima-. Ten cuidado en los hospitales –un virus intrahospitalario puede hacerte desaparecer-. Permanece atento al ingreso y egreso de tu domicilio. Pon atención cuando vas a un partido de Fútbol o a una carrera automovilística –una bala perdida o un auto pueden lastimarte-. Haz periódicamente pruebas al agua que consumes, no cargues combustible en cualquier estación de servicio, puede poseer rastros de escoria que dañen el motor de tu vehículo. Realiza tu propio ejercicio estadístico con la climatología, no hay en nuestra sociedad aparatos confiables en los cuales guiarte. Si vas a tomar un avión, ten mucho cuidado, un conflicto gremial puede haberlo puesto al borde de la seguridad tolerable para su vuelo. Prevé la reposición de insumos importados, puede haber escasez. Ten cuidado con tus ahorros, no se sabe que será de ellos y si tomas el tren, o el subterráneo, intenta colocarte en los vagones del medio y al medio de ellos, puede haber accidentes.
Si, seguramente alguien te dirá: "En Brasil hace unos meses murieron más de 200 personas en un incendio en un recital y en Japón la planta nuclear de Fukuyima es un peligro latente". Pero debes tener en cuenta que esto en aquellos lugares parece ser un infortunio más que una regla.
Y finalmente quiero decirte algo más, si todo lo anteriormente escrito no te parece superficial y crees que puede aportar algo a tu vida cotidiana, más allá de la histeria aparente, te voy a dar el último consejo harto repetido y que en apariencia es superficial, un slogan y un lugar común: EL PRIMER PROTOCOLO QUE DEBES RESPETAR COMO CIUDADANO EN ADELANTE, ES EL DE PENSAR BIEN CUANDO VAS A DAR TU VOTO. Yo por mi parte sé que este modelo de país, montado en este modelo de política que supimos construir no lo quiero nunca más, NO QUIERO ACOSTUMBRARME A EL. NI A ELLA. Debe terminar definitivamente; ¿Vamos a extinguirlo? ¿O te vas a quedar ACOSTUMBRADO A SU SUPERFICIE?
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