miércoles, 20 de marzo de 2019

El egoísmo altruista y el asedio de la usura.

Cuando Adam Smith conceptualizó el egoísmo como portador de altruismo en las relaciones económicas, claramente estableció que primero es la acción de dar, para luego recibir.

Sin embargo aquí lo interpretamos al revés; creemos que ese egoísmo en sentido económico significa algo así como la actitud del avaro que grita "mio mio mio!", siendo exactamente al revés. El egoísta "a la Smith" produce -y mucho- para gritar; "tuyo, tuyo, tuyo!". Para luego sí, pedir a cambio de esa entrega la contraparte que considera equivalente; "mío, mío, mío".

Al sentido altruista del egoísmo smithiano aquí se lo interpretó -y tradujo- como si se tratase del sentido usurario que empuja la codicia del avaro.

Si en el sentido smithiano quedó claramente establecido que la conducta económica básica de un sujeto libre en un mercado de producción libre, piensa en producir algo fértil y útil para obtener a cambio la satisfacción y el deseo que cubrirá sus anhelos, la interpretación que de ese proceso aquí se ha dado, indica que los sujetos libres en el mercado no se abocan a la producción fértil, sino a la especulación estéril para ganar a cambio -mediante engaño-, un valor inmerecido.

A partir de ahí, es lógico que por estos pagos todo el mundo piense en cómo regular más y mejor antes de pensar en la opción de dejar de regular. Que todo el mundo pida más Estado antes de pedir el retiro del mismo de las acciones cotidianas de nuestras vidas.

Somos un país construido bajo los universales equivocados; estamos convencidos que la usura del egoísta está siempre al acecho, esperando por nosotros a la vuelta de la esquina conforme tengamos a disposición más grados de libertad. Sin embargo, el movimiento tendencial del planeta entero indica que es precisamente al revés; a más libertad menos usura e injusticia. De no cambiar esta equivocación esencial en la interpretación de la acción económica libre -y hasta de la vida misma-, continuaremos marchando de manera inexorable hacia un destino de pobreza y miseria generalizada.

Pero hay un consuelo; siempre tendremos a mano algún buen pastor para alimentar a su famélico rebaño.

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