Se cumplen dos meses de una nueva administración de la economía argentina y comienza a percibirse -nuevamente- el espejismo que empuja a burócratas y analistas a pensar "el momento en el cual la economía argentina volverá a arrancar".
A principios de 2017, prácticamente a un año de gobierno del ex Presidente Mauricio Macri, recuerdo haber tenido duros e interesantes contrapuntos con algunos seguidores de Cambiemos y personas dedicadas a la economía cuando sostuve -como una hipótesis potencialmente certera- que la economía Argentina podría no arrancar más; y finalmente pasaron los 4 años de Macri y la economía no arrancó, quedaron así las anécdotas de "la luz al final del túnel" "los brotes verdes" "el segundo semestre" y "pasaron cosas".
Ahora parece haber vuelto la caminata de ficción que mueve a la burocracia técnica y el periodismo afín al Gobierno de Alberto Fernández, a transitar la misma espera por llegar a ese espejismo inadvertido; ya se habla de "segundo semestre" y de "resolver el problema de la deuda para volver a crecer" (o en su variante dialéctica "volver a crecer para resolver el problema de la deuda").
Vuelvo a reiterar lo mismo, de lo cual ya hay pruebas más que suficientes: Desde noviembre de 2011 la economía argentina funciona con una especie de respirador artificial, ya no genera "ese poco más" (o producto neto en términos fisiocráticos si se me permite la expresión teórica) después de cada año de una medición de su producción; Argentina en términos de conjunto ya va para 10 años de estancamiento con inflación. Esto nos está gritando algo que es hora de escuchar con claridad; el paradigma desde el cual se han organizado nuestros fundamentales económicos asesinó la capacidad de producción, creatividad y productividad de la economía argentina como conjunto.
Ahora parece haber vuelto la caminata de ficción que mueve a la burocracia técnica y el periodismo afín al Gobierno de Alberto Fernández, a transitar la misma espera por llegar a ese espejismo inadvertido; ya se habla de "segundo semestre" y de "resolver el problema de la deuda para volver a crecer" (o en su variante dialéctica "volver a crecer para resolver el problema de la deuda").
Vuelvo a reiterar lo mismo, de lo cual ya hay pruebas más que suficientes: Desde noviembre de 2011 la economía argentina funciona con una especie de respirador artificial, ya no genera "ese poco más" (o producto neto en términos fisiocráticos si se me permite la expresión teórica) después de cada año de una medición de su producción; Argentina en términos de conjunto ya va para 10 años de estancamiento con inflación. Esto nos está gritando algo que es hora de escuchar con claridad; el paradigma desde el cual se han organizado nuestros fundamentales económicos asesinó la capacidad de producción, creatividad y productividad de la economía argentina como conjunto.
Nuestra economía no arrancará más; hoy es un viejo motor que ya no tiene más para dar. Puede usarse de ella aún algunas piezas que se mantienen útiles funcionando cableadas a las baterías de otros motores que se encuentran afuera -como el sector agropecuario y algunos nichos diferenciados de sus manufacturas, determinados circuitos de componentes ligados a las multinacionales del sector automotor y metalmecánico, algunas estructuras mineras y energéticas y algo de software y servicios-; componentes que evitan la asfixia total y aún aportan cierto aire a la burocracia pública que mantiene el sistema tomando para sí y "redistribuyendo" para quitar el oxido a las piezas muertas del conjunto motor, ficcionando demanda agregada mediante ingresos no correspondidos a productividad económica alguna.
Todo lo que hemos visto hasta ahora en estos dos meses de gestión, no es más que la continuidad de un protocolo de reanimación para un cadáver que lleva 9 años muerto.
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