miércoles, 9 de octubre de 2019

El exilio como una inversión de capital.


Ayer la Corte Suprema de Justicia de la Nación determinó que las personas que fueron forzadas a exiliarse durante la dictadura militar tienen derecho a recibir la misma indemnización por parte del Estado que aquellas personas que fueron víctimas en carácter de detenido/desaparecido. No sé por qué, pero ante esta declaración de importancia por parte de nuestra Suprema Corte, pensé en el reconocimiento del Estado Argentino para con las madres de los caídos en Malvinas -por caso-.

Madres cuyos hijos el Estado arrancó a la fuerza cuando cumplieron 18 años, puso unos borceguíes en sus piernas y un fusil en sus manos. Los cargó en un Hércules y los llevó a 4 mil kilómetros de distancia para tirarlos en campo árido a 10 grados bajo cero con una pala pequeña para que caven pozos para esconderse esperando a los ingleses para cagarse a tiros (si sobrevivían a los bombazos de los aviones y los barcos). Después de haberlos mantenido un mes mal alimentados y enterrados en los pozos que ellos mismos cavaron (y con agua helada y barro hasta la cintura), en combate los expusieron a que los recontracagaran a tiros a todos. Y, finalmente, a aquellos muchachos que murieron en esas condiciones y circunstancias -y que el Estado no tuvo tiempo, prioridades ni supo identificar-, los abandonó tirándolos amontonados allí.

Hoy, el mismo Estado que vuelve a reconocer por enésima vez a viejos guerrilleros exiliados, a esas madres de esos muchachos abandonados en Malvinas no les dio ni las gracias. Solo después de 36 años, a las que aún viven, les ha costeado un vuelo para tirarlas en medio de aquel campo para que puedan llorar al lado de un trozo de mármol que tiene grabado el nombre de su hijo -y que vaya uno a saber si es que realmente ahí está-.

¿Cómo tomar esta medida de la Suprema Corte en momentos en que no disponemos de recursos ni para pagar impuestos, pero sin embargo nos empuja a transferir cientos de miles de dólares a un grupo de personas que intentó violentar las instituciones y que, luego de haberse exiliado, ha vivido de la política hasta hoy cobrando suculentos dividendos por continuar militando aquella gesta delincuencial? ¿Cómo no indignarse con este tipo de fallos cuando atrás del mismo sobrevendrán nuevas transferencias de ingresos a grupos de personas que, muchas de ellas, portaron fusiles y pusieron bombas imprevistas sin pensar en las muertes inocentes y que encima de eso, el Estado Argentino no ha cesado en homenajes con días feriados, honores públicos, acceso a los medios de manera privilegiada, reconocimiento en cuanta fundación hay, manejos presupuestarios especiales, apertura de universidades para que utilicen como cotos de caza de nuevas generaciones para su adoctrinamiento, postulaciones a premios, rangos e instituciones internacionales, acceso a lobbys de todo tipo, nombres en plazas, calles, cines y vaya uno a saber cuántas cosas más?

El estado del Estado en la Justicia argentina es poco menos que una letrina donde defecan los seres más injustos e indignos de nuestro entorno. De esto no tengo absolutamente ningún tipo de dudas.

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