sábado, 21 de julio de 2018

Santiago Maldonado, la película.


Como no podía ser de otra manera, en breve sale al ruedo una película que aborda el caso de Santiago Maldonado. Y como no podía ser de otra manera, la dirige y produce Tristán Bauer, un Director que estuvo al frente de la televisión pública durante el último mandato de Cristina Kirchner. A su vez, la hija de la ex presidente -que estudió cine en Estados Unidos-, Florencia Kirchner, trazó el guión de la película y, como frutilla del postre (y como obviamente no podía ser de otra manera), tendrá música de León Gieco y relatos de Darío Grandinetti. O sea, una película para llorar...

Luego de observar el trailer de la película y de haber seguido los acontecimientos y vicisitudes que esta causa trazó (como las sugerencias y el empuje político para caratular la causa como "desaparición forzada" que Horacio Verbitsky trazó desde Página12 en un intento por establecer en la interpretación popular que el gobierno actual representaba una política de desapariciones), me atreví a trazar una ironía sobre el símbolo que pretendieron -y aún pretenden- construir sobre este muchacho, al cual ahora quieren transformar en el nuevo mártir desde el cual posicionarse. Lo predecible de la película y la falta de sutileza del guión me empujó a compararla con Bañeros 5, indicando que una se trataba de una comedia y la otra, de un drama; una para reír y la otra para llorar (luego aclarando que la película de los guardavidas era para llorar y la que empujaba a reír, claro está, era la que intenta mostrar "el camino de Santiago"). A partir de eso me increparon como si hubiese cometido una blasfemia. 

Las personas que me increparon son las mismas que hace unos años ironizaban y se reían de Juan Carlos Blumberg, padre de Axel, un muchacho asesinado durante un secuestro. Quienes me increparon también relativizaron el sufrimiento de las madres del dolor, esas madres que perdieron a sus hijos a manos de la delincuencia. Las personas indignadas que me acusaron de blasfemar sobre Maldonado, relativizaron el sufrimiento de esas madres tapándolo con el pañuelo blanco de las madres de plaza de mayo. De la misma manera también taparon el sufrimiento de las madres de los soldados de Malvinas, el de las víctimas del accidente de once (¿recuerdan todo lo que le dijeron a Lujan Rey, madre de Lucas Menghini?), también el de las víctimas de la inundación de la ciudad de La Plata y muchos sufrimientos más. La personas que me increparon creen ser los legítimos portadores del dolor de la patria.

Los indignados con mi ironía sobre la película de Santiago Maldonado son personas que estaban acostumbradas a trabajar sobre los símbolos que pueden crearse a partir del dolor humano, estaban acostumbrados a hacer política a partir de esos símbolos. Hasta hace un tiempo se sentían en un pedestal porque desde el gobierno anterior nos señalaban a todos; creían formar parte de una casta superior, la casta portadora de la verdad. Desde ese lugar decidían qué símbolo era el correcto y qué símbolo el incorrecto, y desde ahí dejaban -o no- que desde los resortes públicos sea visibilizado el sufrimiento de una persona o escondido el sufrimiento de otra; una forma "políticamente correcta" de censura (políticamente correcta hasta 2015, cuando la mentira estalló en sus caras).

Los indignados que me increpan, ahora pretenden mantener viva la simbología con la cual se alimentaron y desde la cual nos señalaron. Nos silenciaron. Y pretenden hacerlo aprovechando (una vez más) una tragedia para tergiversar mediante interpretaciones creativas; la tragedia de un muchacho que murió ahogado luego de un piquete del cual huía cuando llegó Gendarmería. Y lo quieren hacer apelando -una vez más- a la culpa. A mi culpa. Me sugieren que estoy faltando el respeto a la familia de Santiago porque juego con su dolor. Les contesto que es al revés. Ellos juegan con ese dolor al pretender politizarlo manoseándolo simbólicamente para continuar administrando el dolor de todos y designar qué dolor merece ser llorado y qué dolor merece ser ironizado (como si eso fuera posible). Le digo a esos morales increpadores que mi posteo apunta al símbolo que ellos pretenden defender, a esa mentira que quieren volver a construir, no al dolor de esa desdichada familia. Y les repetido que quienes más han faltado el respeto a Santiago Maldonado y su familia son ellos, no yo. Precisamente por lo que vienen haciendo en torno a todo esto, precisamente porque no lo dejan descansar en paz.


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