martes, 11 de diciembre de 2012

¿Filósofos comprometidos o histéricos verdugos travestidos?

"...por supuesto que yo creo que hay un reducto último del individuo al que hay que escuchar..." Ricardo Forster

Esto lo dijo promediando una entrevista hoy en Radio 10, al momento en que abordaban la libertad que poseemos las personas para elegir el medio con el que pretendemos informarnos. El contraste al que Forster contestó con esa frase se dio cuando el entrevistador le preguntó los motivos por los cuales sostiene que hay que inducir a la producción de tal o cual cosa sin pensar que es la gente quien posee el poder de selección con su acción.

En la frase se muestra claramente la inversión de sentido que subyace en el pensamiento de este Licenciado en Filosofía. Ella muestra de un golpe la percepción que posee del ciudadano, del individuo y su libertad de elegir. Para este señor la cosa es de arriba hacia abajo, primero el colectivo y por último (el reducto último del individuo), vos y yo...

Eso sí, la individualidad hiper comprimida y encorsetada casi al límite de su desaparición, explota histéricamente cuando, puerilmente representada, encuentra canal en una mujer que señala culpables, acaricia inocentes, sacraliza inexistentes y mediatiza todas y cada una de las frustraciones y desencantos que provocó el “no ser” de cada uno de esos casi extintos individuos.

Y en cada acto en donde esa dinámica se replica potenciada, veremos siempre a este señor ahí , detrás, en el palco de los miserables aplaudiendo todas y cada una de las acusaciones, todos y cada uno de los señalamientos, todas y cada una de las arengas irresponsables y falaces.

Y abajo, para continuar manteniendo el respirador artificial de una gesta colectiva a la que sabe devenida en desfalleciente montonera histérica, lo veremos haciendo malabares con su monotemático arco conceptual, cabriolas lingüísticas necesarias para camuflar el significante de su discurso y esconder el monstruo que en el subyace.

Pero dadas sus capacidades reales, no logra hacerlo lo suficientemente bien; el negro a la larga destiñe.

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