Hace un par de días salió publicada una nota en Pagina12 cuyo título es: "Ejercito de ocupación". Se trata de un análisis -si es que se lo puede llamar así- sobre la influencia del sector financiero y la obstinación alemana para "empobrecer" al resto de Europa. La nota dejaría ver que se pretende "envilecer" la estructura socioeconómica del viejo continente en la misma medida que se ha "empobrecido a Alemania" desde hace unos años. Como siempre, el demonio es la flexibilización neoliberal y el maldito ajuste. Y como siempre, no podría ser otro diario que Pagina12 y el inefable Alfredo Zaiat quienes promueven la comprometida denuncia. Sin embargo, y aquí lo interesante de la misma, no queda muy claro si es un ataque o una defensa a la política alemana y la flexibilización laboral. Primero recomiendo que lean la nota, la cual he linkeado. Seguidamente, si lo desean, pueden solazarse unos minutos leyendo mis comentarios de la misma. Comienzo con el segundo párrafo, que lo disfruten.
"Alemania logra erigirse así en la gran y única potencia europea, con el sacrificio a su clase trabajadora flexibilizada y salarios deprimidos, registrando marcas de productividad y competitividad de su economía que hunde al resto de los países del continente sitiados por el euro. No hay política de ajuste posible, con la moneda común como ejército de ocupación de la soberanía nacional, que pueda alentar la recuperación de esas economías con una Alemania industrial, exportadora y mercado laboral ultraflexibilizado. El resultado es la recesión general (Italia, Bélgica, Holanda, Grecia, España, Portugal ya la declararon) con una sola economía a salvo, la que impone las condiciones políticas, financieras y sociales de la Eurozona".
El autor de la "brillante" nota no hace sino apuntalar positivamente lo que intenta criticar; la flexibilización como sistema de empobrecimiento. ¿Cómo es posible que un país con el grueso de su población empobrecida a consecuencia de la flexibilización pueda dominar al resto de países con mayor opulencia y poder de consumo de sus salarios? ¿El Alemán promedio vive peor entonces que el griego promedio? ¿Eso no será una injusticia que habrá que rectificar de alguna manera debido a la efectiva productividad superior del trabajador alemán y ahora habrá que sincerar finalmente, a costa de pagar con dolor presente la fantasía de un jolgorio pasado? Zaiat parece atacar una política mercantilista alemana que descansaría en el concepto de "utilidad de la pobreza" (o "nivel óptimo de frustración" con salarios reales lo suficientemente altos que promueva incentivos para los lujos, pero lo suficientemente bajos para que nunca puedan alcanzarse) para acumular stock y poder. Aunque por otro lado, le estaría dando la razón económica -desde una perspectiva positiva en tanto que acumulación y crecimiento de competitividad real- a los resultados de la misma, precisamente porque reconoce el poderío de la fuerza centrífuga que significa Alemania desde que instauró esta política.
Luego Zaiat continúa:
"Esa estructura del mercado laboral hace aún más competitiva la economía alemana, mientras el euro actúa como un cerco invulnerable para el resto de los países porque perdieron la herramienta de la devaluación de su propia moneda para moderar las diferencias de productividades".
Como habrá detectado, el autor es todo un adicto a la manipulación nominal de parámetros como la fuente de soluciones de la estructura de producción del sistema industrial; BRILLANTE!!. No comprendo que hace escribiendo en Pagina12. Habría que hacer recordar a Zaiat (o explicarle) que la productividad no es sino la cantidad de producto por tiempo de trabajo en una comparación temporal, la nominalidad del dinero no es sino una resultante de este ejercicio real de la economía.
Haciendo referencia a un analista Español, Zaiat hace punto en la siguiente argumentación:
"Alemania se embarcó en un sistema de reformas que fueron calificadas como el mayor cambio en el Estado de Bienestar desde la Segunda Guerra Mundial. Mientras muchos de los países vecinos se movían en la dirección opuesta, los socialdemócratas alemanes en el gobierno desregularon el mercado laboral, y presionaron a sindicatos y empresarios para que pactaran una moderación salarial a cambio de seguridad en el empleo y crecimiento. Así un modelo laboral flexible y con subvenciones del gobierno permitieron a los empresarios ajustarse al ciclo económico sin necesidad de despidos masivos"
Brillante! nos habla de ajuste mediante flexibilidad, pero no hace mención a crisis alguna sino a ciclo económico, aunque, inmediatamente y tan solo mediando un punto y aparte, Zaiat indica lo siguiente:
"La diferencia con el actual momento es que Alemania realizó esa reforma con una economía mundial en auge, mientras que ahora esa exigencia a los otros países europeos es durante una recesión, déficit fiscal y crecimiento de la deuda"
No se entiende cómo es que los empresarios alemanes son tan tontos para haber "ajustado" mediante "flexibilización laboral" justo cuando la economía estaba en auge -que Zaiat en el párrafo anterior y para no dejar ver su contradicción, llama "ciclo". Tampoco se comprende cual ha sido el detonante de la actual "crisis de ajuste" del resto de Europa y los pobres griegos. ¿No será esta crisis actual del resto, producto del incremento de productividad de Alemania y no de la maldad de un sistema financiero injusto? ¿No será que el sistema financiero es el más fácilmente acusable porque es quien en definitiva debe terminar midiendo objetivamente las diferencias entre los países para que los "analistas" como Zaiat den rienda suelta a una crítica falaz y estéril?
Que comúnmente exótica es la imagen del Marxista qué, no pudiendo atacar al sistema capitalista, se bambolea como aquel oso al cual Viernes utilizó para divertir a Robinson en uno de los peores momentos de la travesía europea. Zaiat, al igual que aquel desdichado plantígrado, se encuentra a medio camino mostrando cómicos movimientos en su intento por equilibrar con un bastón nominal, una caída que sabe segura al sentir la incapacidad de las plantas de sus pies para atenazar un fino y oscilante cable de acero keynesiano. Qué melancólica belleza agrega a aquel contraste de sensaciones, el pensar al comentarista trabajando en un diario de izquierdas, cuya subsistencia depende de las transferencias de un gobierno dirigista y en cuya redacción, sendos bolcheviques rioplatenses intentan mantener conectado el respirador a un cuerpo ya sin vida de ideas marchitas y decadentes.
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