Las tapas de Página12 son intentos de performances ideológicas que quedan a medio camino entre una información y un menoscabo, y entre un atisbo de arte y una chapucería. Expresan el anhelo de editores viejos suspirando por Berlín oriental junto a la cándida ternura de sus jóvenes discípulos pululando el limbo de la limitación de ideas (adquirida por transferencia) y el desconcierto ante un desconocimiento que manifiesta resistencias.
Podríamos definir como "performance" a esas expresiones de la dramaturgia que no discurren como una interpretación guionada sino como -no siempre- una estática puesta en escena que busca un golpe de efecto. Las hay callejeras y las hay de salón y, si bien hay grandes performers, podríamos también decir que es una forma de arte que también expresa la falta de ideas en términos de profundidad crítica y, por qué no, una "performance" es el atajo que toman quienes poco vuelo artístico poseen. Intentan golpes antisistema pero, de manera paradójica, se desarrollan gracias a la increíble productividad de artefactos que el sistema produjo para provecho de los más débiles en términos de creatividad, los cuales pueden ficcionar cierta grandeza tras un biombo de cacharros.
Bien, Página12, en su última tapa, intentó una ironía que no llega, si quiera, a ser un dibujo de café; en su performance "antirunner" explicita su chabacanería simbólica y busca una sutileza antiliberal pero es pueril con el implícito vómito de alegría mediante el cual ensalzan la persecución pública y el acatamiento del orden.
Alguien debería comunicar a sus editores que vuelvan a las tapas de la operación Maldonado, eran superiores...