Creían que la vida era una eterna lucha de buenos contra malos en la cual estos últimos siempre ganan y los primeros siempre pierden. Creían que con ese resultado se marcaba la tendencia permanente de la historia mediante la cual los malos perpetúan la explotación y el dominio. A los malos los estigmatizaron llamándolos "burgueses", y a los buenos los apañaron llamándolos "obreros". Y así crecieron. Hoy caminan el día a día justificando su propio robo con el cuento que traen desde la cuna. Y se sienten tan importantes que no pueden vivir de un "trabajo obrero" (creen ser la superación de ese rol miserable que detestan para sí), sino que logran acomodarse para vivir del trabajo ajeno, del cual succionan una parte administrando públicamente una historieta, una novela con la cual roban sin que nadie lo perciba. Y así, frotando una farsa fantástica contada en formato histórico, gritan a los cuatro vientos que la lucha es compromiso: compromiso para quitar al malo aquello que corresponde al bueno; extirpar al burgués lo robado para devolver al obrero lo suyo.