El guion de argumentaciones que tiñó de monotonía mi paseo por el sendero informativo, inoculó una especie de horror al vacío al mostrarme tan solo frente a pueriles dicotomías gestadas por el enfrentamiento entre tecnócratas y burócratas estatales. Buscando un antídoto que de sentido a esa rutinaria mañana, hice una parada en el pasquín oficialista para observar qué nuevas historias albergaba en su seno.
Tipeando su enlace con la mano derecha, sentí que abría las puertas de una catacumba a la vez que cerraba mis fosas nasales con el índice y el pulgar de la izquierda, consciente de la posible presencia de olores nauseabundos. De esta forma me adentré -una vez más- a ese subsuelo de agusanados pensamientos y escalofriantes llantos.
Atravesado por el temor de esa completa oscuridad e intentando dilucidar qué tipo de locura mantenía mi avance, confié la bitácora al tacto de mi mano derecha, la cual acariciando temblorosa las paredes de ese negro túnel, supuse, podría anticipar la presencia de amenazas no perceptibles por el resto de mis quebrados sentidos. El caldoso aire que ingresaba por mi boca indicaba que la pestilencia allí presente sería letal ante una mínima inhalación. Comprendí así, repentinamente, la contradictoria dualidad que mi mano izquierda había adquirido; inservible como elemento práctico para continuar el camino, a la vez que garante de mi vida dentro de ése fétido entorno.
Promediando el recorrido y con más cansancio que estupor frente a esos maullidos de ultratumba, el tacto de una superficie rugosa e irregular paralizó mis movimientos adentro de ese oscuro túnel llamado Pagina12. Así, con la lentitud de un Braille de principiante, logré decodificar el título del antiguo gravado; Avatar Político. Por Horacio González…
Paralizado por una fuerza inexplicable que congelaba mi ser, pero espantado ente la posible presencia de ése espectro en tamaña catacumba, grité en silencio: ¡por Dios, y ahora que! Sintiendo que la atadura de esa fuerza parecía empujar en paralelo mi entereza frente al súbito terror, continué mi intento por comprender el código de lo allí escrito. Debía ser un mensaje importante…
Consciente de lo escaso y rudimentario de mis recursos, supuse que era mi destino transmutar ese mensaje de ultratumba, supuse también que debía acercar a la posteridad la señal que aquella entidad desconocida estaba enviando. Lo primero -y casi lo último- que comprendí, fue que el mensajero pretendía garantizar su llegada montado sobre una exitosa y masiva película de reciente avance; Avatar.
Las letras de su mensaje indicaban que la película estaba dirigida por un aparentemente liberal creador de zonceras y vaciada de contenido comprometido. El gravado del zombie también indicaba que la tira, premeditadamente, pretendía sumir el compromiso político de las nuevas generaciones a un pasar simplón de disfrute tecno-económico. La interpretación que logré cifrar era más o menos así: "...películas eran las de antes, esto es solo una idiotez más de la inmunda modernidad liberal...". Poco más, poco menos, es todo lo que pude extraer del críptico gravado en ese oscuro lugar.
Sin embargo, poseído por aquella fuerza inexplicable que apuntalaba un terco convencimiento, sentí que aún no había detectado lo oculto de tal compleja estructura lingüística. Todo hacía pensar que mi razón aún no detectaba el lado sensible de esos gritos desgarradores en forma de mensaje, que pedían ayuda desde una oscura soledad y en urgente necesidad. Debía haber algo más, tenía que descifrarlo…
Finalmente, el mensaje de retorcidos gemidos y contorsiones metafísicas llegó a su clímax; el zombie culminaba así; "…Sin embargo, siempre queda en pie el problema de estos Films surgidos del guionismo y la nueva “gnosis tecnológica” de las grandes producciones de un sector del capitalismo informático liberal, que agita mitologías y meta-leyendas surgidas de la propia historia del cine norteamericano, con profesionalismo enraizado en una historia del relato industrial-cultural muy evidente. Pero sin realizar esfuerzos como el que en su momento, en plena década del ’70, iluminó a Apocalipse Now. Evidentemente, es necesaria una nueva cinematografía que esté al nivel de las discusiones mas profundas de nuestras sociedades. Desde luego, no la representa Avatar."
¡Que inmenso clamor de este ánima en pena! susurré, y repentinamente capté la profundidad desde donde emanaba la sensible eyaculación del gravado. Ella presentaba todos los síntomas de una próstata envejecida, digno orgasmo de un muerto viviente.
Comencé a retirarme sigiloso, tranquilo por el hecho de saberme satisfecho en mi aventura. Consciente de haber decodificado no un análisis, sino a una expresión de deseo, entendí que había interpretado el escrito del domingo en toda su dimensión. Intuyendo la inexistencia de amenazas mi coraje retornó. Reorienté así mi retirada tal cual había ingresado; mano derecha haciendo las veces de táctil localización y mano izquierda presionando mis fosas nasales para evitar letales pestilencias. La utilidad que brindaba la libertad de la derecha se contraponía a una inmovilizada izquierda, aunque repentinamente todo cambió.
Un espeso aliento a centímetros de mi cuerpo anunció una presencia amenazante y mi retirada súbitamente devino en calvario. Por vez primera experimenté el terror; solo, en la oscuridad de un entorno pestilente y acompañado por el espectro de un submundo por mí desconocido. Desesperado comencé a circundar mi entorno con el brazo derecho, el libre, sin perder la concentración por mantener tapada mi nariz con el izquierdo para evitar una letal inhalación. La presencia de un fantasma se confirmaba al no poder detectar nada corpóreo que me circundase. Sin embargo ese caldoso aliento estaba ahí; su tiránica presencia abordaba mi pequeño ser.
Prácticamente entregado al destino de una muerte segura y esperando el anestésico dolor de un pinchazo hincándose por mi espalda y una erupción sanguínea emanando de mi tórax, sentí un sonido trémolo, grave y agitado entonando las siguientes palabras; "Si pretendes conservar tu vida, diles a todos allí afuera que tengo un compañero aquí adentro que puede hacerlo mejor que James Cameron y su Avatar. Diles que se llama Coco Blaustein y su obra cumbre -Porotos de Soja- aleccionará al mundo del séptimo arte como nunca antes. Estaré observando, se que volverás, si no haces lo que te he dicho en tu próximo ingreso morirás".
Casi sin poder emitir sonido, con mis esfínteres a punto de ceder, a la vez que confiando en que aún no había llegado mi hora, respondí con prudente desatino que mi mundo no era equiparable al de los muertos, que en él no se comprendería fácilmente el mensaje de un oscuro director. Que el cine lo vivimos como el único arte que puede englobar porciones de aportes en una especie de gran amalgama de quehaceres alegres y gustosos. Que James Cameron y todos los que compusieron Avatar comprendieron muy bien la esencia de su tiempo, logrando cohesionar miles y miles de personas para contar una historia que es fiel reflejo del estado del arte técnico al servicio del hombre contemporáneo. Que la palabra Avatar es la expresión comúnmente utilizada que se da a una imagen digital, la cual refleja el perfil de un usuario particular al ingresar en ese mundo. Que le gustaría saber que algunos Avatars en foros de discusión presentan la imagen del Ché, sin que sea el famoso revolucionario quien escribe tras ella. Que el concepto de Avatar es una especie de nuevo documento de identidad que el mundo de los muertos no comprendería. Que el brillo de esa película lejos de ser una idiotez es la culminación del encuentro de diferentes espíritus CONTENTOS con su trabajo. Que en nuestro mundo el cine es un arte al que pretendemos despolitizado y que en nuestro transcurrir de plenas vivencias no son bienvenidos aquellos con intención de erosionarlas enclavando políticas discusiones en lugares equivocados. Que agradecemos esas nobles intenciones de profundo altruismo adornando de regalos al visitante y depositándolo nuevamente en su tumba. Que no era difícil percibir a golpe de ojo el estado de ánimo de todos los que intervinieron en esa superproducción. Que era claro ver personas plenas con su quehacer, ORGULLOSAS de su rol y que tan solo un imbécil podría ver en ellas a un grupo de CONSPIRADORES LIBERALES. En fin; QUE SENCILLAMENTE SE TRATABA DE SERES VIVOS...
Un repentino soplo de aire fresco transmitió a mis sentidos la retirada de ésa insoportable presencia. Sin embargo dejó un pesado mensaje en mi mano; en un mármol tallado descansaba una dirección de enlace digital, el cual abría la puerta al trabajo de su zombie compañero cineasta, al que en su mundo llamaban Coco Blaustein, portador del mensaje del amo. También el mármol sugería realizar una comparativa entre Avatar y la producción de ultratumba para mostrar al mundo de los vivos cómo los zombies realizan cine comprometido, con guiones dignos de encomiable profundidad, completos de esa necesaria politización tan reclamada para el séptimo arte y financiados sin contraprestación por los dueños de la funeraria que construyo sus féretros. Aquí esta entonces la impresionante obra de Blaustein llamada “porotos de soja”, probablemente una veintena de zombies trabajaron para su nacimiento.